martes, agosto 20, 2013

Rezar con la cumbia en los labios: exponen fotos del culto a Gilda

Rezar con la cumbia en los labios: exponen fotos del culto a Gilda



El colectivo Subcooperativa de fotógrafos registró las manifestaciones de quienes son entre fanáticos y devotos. Imágenes, altar y video en la muestra "Gilda, la milagrosa".  

POR GABRIELA CABEZÓN CÁMARA


La fe también tiene protocolos, como la santidad y como casi toda actividad humana: debe ser por eso que sorprende un poco que alguien rece escuchando cumbia. O bailándola. O disfrazándose con una corona de flores y una capa púrpura. O sosteniendo en las manos, que a su vez se sostienen de las axilas que a su vez se sostienen de las muletas más que de las piernas, una estampita con la cara de una chica también coronada de flores, con un vestido con brillos y un fondo muy verde. Gilda, la santa Gilda, la cantante de cumbia que hizo bailar a toda la Argentina, desde los rancheríos más pobres hasta los palacios más fastuosos, que, ya sabemos, pobres de nosotros, quedan muy cerca, casi pegados porque esto también es Latinoamérica y es así, desigual antes que nada y toda esa desigualdad se anulaba cuando sonaba No me arrepiento de este amor, ya fuera en un casamiento en el Four Seasons o a la vera de la autopista en la Villa 31.

A Gilda la conocemos porque la bailamos y la cantamos y hay quien la conoce porque le reza. De eso se puede empezar a saber en la galería Arte x Arte, donde se exhibe Gilda, la milagrosa, la muestra curada por Victoria Verlichak sobre el ensayo de la Subcooperativa de Fotógrafos, un colectivo integrado por siete personas cuyos trabajos han sido publicados por medios como Le Monde, Der Spiegel, Viva y la Rolling Stone, entre otros.

Te tengo en la cabeza. Gastón, el presidente de un club de fans de Buenos Aires/SUBCOOPERATIVA DE FOTOGRAFOS


Estampitas. Un devoto y las imágenes a las que le reza. Notas de la religiosidad popular./SUBCOOPERATIVA DE FOTOGRAFOS


Ahí, en la galería, está lo que siguió al baile, lo que queda de Gilda, eso que se cita en una pared de la muestra: “Lo sagrado es lo que te queda cuando no hay nada más”, de eso se habla en el video en el que cinco ¿fans?, ¿devotos?, ¿cuál es la palabra precisa? Las dos, seguramente: cinco fans-devotos cuentan su experiencia y su amor por su ¿santa?, ¿ídola?. Santa-ídola será. El video, las fotos y al fondo, en un espacio cerrado que parece una cueva, un altar con todas las de la ley menos las velas –las compañías de seguros no entienden nada de devoción–. Victoria me sugirió que pidiera un deseo, no pude. Ella, que no cree “en nada”, sí pidió el suyo. Gisela Volá, una de la Sub, la que se encargó del video, sí cree: “Yo creo en lo que hace la gente”, dice. Cuenta que el domingo siguiente a la inauguración, “llevé todas las flores a la Chacarita, a la tumba de Gilda, en agradecimiento”.
Porque todo, el video, las fotos, las estampitas, el altar, está lleno de flores. También son flores las que los devotos posan en el agua que rodea al santuario de Gilda en Entre Ríos, ahí donde el 7 de septiembre de 1996, en la Ruta Nacional 12, camino a Chajarí, un camión embistió al colectivo donde viajaba la cantante, de 34 años. Murieron ella, su madre, su hija mayor, tres de sus músicos y el chófer del micro. En algunas fotos es Entre Ríos, hay agua y los devotos arrojan flores y las flores flotan incluso en los senos de Marilú, la travesti cantante que en el video habla de su fe y de su amor. Es lo mismo que cuenta Silvia, autodesignada heredera, y casi sacerdotisa, de Gilda. Amor y fe, como pasa con cualquier santo, y también milagros. Porque en eso la Iglesia y el pueblo tienen el mismo criterio: los santos, para ser santos, tienen que hacer milagros. En muchos casos, el de Gilda y el de Juan Pablo II por ejemplo, la prueba es la perplejidad de los médicos: “Es un milagro”, dijeron los argentinos que atendían a Dora que padecía cáncer de mama y le pedía a Gilda por su salvación. Lo mismo que habrán dicho los médicos de la monja francesa que tenía un tremendo Parkinson y se curó siguiendo los consejos de su superiora: escribiendo “Juan Pablo Segundo” en un papelito con lo que le quedaba de pulso.
Para Gisela, que investigó junto a sus compañeros durante tres años todo el fenómeno Gilda, esta es “una historia hermosa con condimentos fantásticos –la religión, los milagros, la fe–”. Y está el tema de las rupturas: “Quebró las barreras de clase y rompió muchas cadenas de género: irrumpió cuando sólo estaban Lía Crucet y la Bomba Tucumana, hipersexies, y ella entró con un perfil no erótico, con letras cargadas de símbolos e ideología.”




Systema Solar: la cumbia del universo galáctico

Systema Solar: la cumbia del universo galáctico


El grupo colombiano, que conquistó con su propuesta musical multimedia los principales festivales del mundo, aterriza esta noche en Niceto Club, en Palermo.

15.03.2013
Los sonidos más rebeldes del nuevo siglo están brotando de este continente, y paso a paso van colonizando los grandes festivales del mundo. Systema Solar, un colectivo sonoro visual oriundo del caribe colombiano, que combina ritmos latinos con máquinas, Scratches, VJs y MCs, ya pasó por Glastonbury, Roskilde, South By South West, entre otros destinos de prestigio internacional. Antes de su show de esta noche en Palermo (Niceto Club, 21 hs), su maestro de ceremonias, Walter Hernández, o Indigo en su nombre de batalla, los presenta así.
“Lo nuestro es músico-visual. Imágenes mezcladas en vivo que nos conectan con Colombia y su cotidianeidad, en una especie de contrapunto de línea de mensaje y colores enlazados con el baile y la música. Muy relacionada con las verbenas populares, que son rituales de baile y encuentro de la gente luego de trabajar, al fin de semana, conectados con las músicas de diferentes lugares de Africa y el Caribe. Nuestra propuesta es la Berbenáutika, porque tiene esa vibración que es sinónimo de mezcla de diferentes tipos de música: soul, funk, salsa, descarga, house... E invita a navegar a la gente, a que se zambulla en esa energía.
Este año trae nuevo disco, y acaban de estrenar el primer corte: “El botón del pantalón”...
El disco ha sido grabado en vivo, en bloque, como se grababa en los años 50.
El botón del pantalón aborda la conciencia del manejo de nuestra propia economía en lo cotidiano. Busca llamar la atención sobre la fuerte influencia que tiene el mundo financiero especulando sobre nuestra manera de vivir. Cantarlo y bailarlo, para que no se nos olvide, para reflexionarlo.
En ese plano, ¿cómo ves la realidad de Latinoamérica?
De entrada, me pregunto si deberíamos seguirla nombrando así. Hay nombres que se están fortaleciendo cada vez más para desligarla de la palabra latino, de la palabra América, que son palabras impuestas. Es un proceso. Nos gusta más resaltar las poses locales, la fuerza que hay en las maneras particulares de asumir la vida en cada país, que al compartirse, al aumentar el flujo de comunicación y la posibilidad de información sobre la manera cómo se vive, es que van a hacer que este territorio siga creciendo cada vez más. La colonia todavía pervive en nuestras maneras de asumir la política y las relaciones humanas, son lastres que hay que luchar por quitárnoslos de encima para tejer una verdadera hermandad.
¿Cómo definirías a la generación de músicos latinos que integran?
Cada formación explora cómo transmitir su mensaje, desmarcándose de lo tradicional del rock, no por esnobismo, sino porque encuentran otras maneras de generar un sonido y se atreven a proponerlo. Es inevitable, todo se está moviendo y el sonido no tiene fronteras en su manera de viajar hacia la gente.
Lo que está en juego es pelear para fortalecer el uso de las riquezas que tenemos como cultura. Eso también incluye proteger los recursos naturales de quienes nos usurpan.

La banda
Dice Indigo sobre sus compañeros, que se presentan hoy a las 21 hs en Niceto Club, (Niceto Vega 5510): "Systema Solar está conformado por Vanessa Gocksch, que es de Bélgica, pero tiene 12 años en Colombia y ya echó raíces aquí viviendo en Taganga, al lado del mar, es la VJ y la encargada de la parte gráfica, visual, no solamente del video sino también de los logos y de la presencia colorida de Systema Solar. Luego, está Juan Carlos Pellegrino, el productor, el ingeniero, el arquitecto sonoro que se encarga de organizar toda esa creatividad y los elementos de las composiciones. El que vibra con toda la revoltura y la organiza para que sea degustada. Además, está DJ Corpas, el que le pone el sabor desde los vinilos con los scrachtes, es muy versátil. DanyBoom es el DJ de Techno, que agrega el toque de toda la escena del house, la producción de ese contexto electrónico, que también vibra como perillero de las máquinas, El maquinista. Junto a él está Andrés Gutiérrez, complementando y disparando los ritmos, lo llamamos el percuterista porque es una combinación de diferentes sets de percusión. Tanto para el set tradicional con el tambor alegre, que es el básico para hacer cumbias o bullerengues, los ritmos tradicionales, con un set que combina los tambores del piso de una batería convencional pero sin ser usados como si fuera la batería normal. Y al frente estamos John Primera, John Pris, que es el MC de Systema Solar, es un excelente improvisador y repentista que se ha destacado siempre por su creatividad para construir las letras y sobre todo para tirar flow. A su lado, estaría  yo, que soy Indigo, para complementarle el flow de la palabra y para conectar al público con el movimiento, con el performance, la energía, digamos como reunificar la energía y conducirla, el que conecta todo lo que ocurre con el público y con lo que pasa en el escenario. Ésa es mi función".


La cumbia suena a toda orquesta

La cumbia suena a toda orquesta



La noche porteña baila al ritmo de una nueva generación de cumbieros que buscan identidad propia a partir de las raíces del género, con orquestas de hasta 20 músicos en escena.
La charla de café en una avanzada mañana de verano tiene pinta de desayuno, aunque sea ya mediodía en el Bar La Orquídea de Almagro, uno de los pocos bares porteños que permanece abierto las 24 horas y que todavía no colonizó la cadena Starbucks. Recién amanecidos, a juzgar por sus rostros hinchados, llegan a la mesa Germán Cohen, de Flor de Mambo; Juan Pablo de Mendonça, de La Sonora Marta La Reina; José Luis Lazo Gasparri, de La Delio Valdéz y Matías Jalil, de la Orkesta Popular San Bomba, cuatro jóvenes al frente de la nueva ola de orquestas típicas porteñas que cambiaron el tradicional aroma del tango por otros ritmos más latinos, perfumados y caribeños, como la cumbia y el mambo.
Pertenecen todos ellos a una nueva generación de la cumbia argentina, que fiel a su tradición sigue reinventando el género colombiano o, en este caso, buscando identidad propia a partir de sus raíces. Asoma con ellos otro tipo de cumbia, más purista, latina y cercana a su origen. Estilizada musicalmente con secciones de vientos, percusión y cuerdas, llegan a superar la veintena de músicos en vivo. Exploran en la raíz caribeña desde el sonido, la estética y sus interpretaciones, que en su mayoría son versiones de los clásicos de los grandes grupos colombianos que marcaron el rumbo de la cumbia en la década del ‘50. Y a pesar de que son similares en su estructura musical, cada cual tiene ciertos rasgos particulares que los distinguen entre sí.
Con sede en Boedo, La Orkesta Popular San Bomba, además de cumbias varias, presta su sonar a una amplia gama de ritmos folclóricos latinoamericanos y del resto del mundo, desde la chacarera al klezmer pasando por alguna versión de Los Redondos; Flor de mambo es la única que no hace cumbia, como su nombre lo indica, su estilo es el mambo con la orquesta de Pérez Prado como guía y versionando los éxitos de las décadas del ‘40 y ‘50 en adelante; La Delio Valdez está inspirada principalmente en la cumbia colombiana; al igual que La Sonora Marta la Reina, ambas interpretan temas de las orquestas de Lucho Bermúdez o de Tony Camargo con la orquesta de Benny More, sonando a base de una sección de vientos, tambora, guaracha, güiro, alegre, acordeón vallenato, contrabajo y voces.
La pregunta para todos, entonces, es: ¿por qué explota la cumbia una y otra vez?
Cohen : La cumbia es infalible a la hora de bailar. Si no bailás con cumbia, no te gusta bailar, o no podés bailar o tus dioses no te lo permiten. No busques más vueltas.
Lazo : Acá siempre nos gustó la cumbia, sólo que no sabíamos cómo abordar la cumbia vieja, que tenía un plus de sabor que nos encantaba. En La Delio empezamos tocando por el “escabio” y algún sandwich. Hoy ya somos 14. De pronto vimos que se empezaba a escuchar cada vez más cumbia y crecimos con la movida haciendo nuestro camino.
Jalil : Nosotros hacemos diferentes géneros de cumbia fusionados. Por ahí hacemos algún cover de Adrián y los Dados Negros, que es cumbia norteña, alguno de Los Mirlos, La Danza de los barrios que es más cumbia villera, pero todo en versión San Bomba. La cumbia es parte de la idiosincracia argentina desde siempre y va a seguir estando. Lo que noto claramente, es que en la época en que nosotros éramos más chicos, el rock y la cumbia tenían diferencias muy marcadas, y hoy esa brecha se va rompiendo al punto de que llegan a compartir el mismo público. Pablo Lescano toca en Niceto, algo impensado años atrás. Es una cuestión de clase, que acepta la cumbia y la empieza a hacer. Como es el caso de Agapornis. La cumbia era algo que se bailaba en los cumpleaños de 15 en el carnaval carioca, y esta aceptación cambió el contexto y el panorama de la movida.
De Mendonça : La cumbia es el folclore de acá. Nuestros abuelos bailaban cumbia, nuestros viejos bailaban cumbia, y si vos querés hacer bailar, tenés que poner cumbia. Nosotros somos músicos que hemos tocado cumbia y jazz toda la vida. Yo toqué en Los Chakales en los ‘90. Viví un tiempo en México, y otro tanto en Cuba, y fui agarrando un poco de allá también. Hacemos cumbia, merengue, y algunos ritmos de acá como el chamamé. Tratamos de reflejar el viaje de la cumbia, que arranca en Colombia pero está súper marcado en México, Perú y la Argentina, tomando distintos arreglos de cada región.
¿La cumbia argentina no tiene una identidad formada aún o será que tiene miles? 
De Mendonça : Tiene miles. Acá está la cumbia santafesina, la norteña, la villera, el cuarteto, la boliviana, la guitarra santafesina que no existe en ningún lado y es una mezcla de surf con folclore única. En Colombia mismo, no hay muchas orquestas como las nuestras. Sólo algunos que hacen tributos. Ellos bailan más salsa o vallenato.
Lazo Gasparri : Recordemos que bandas como Los Mirlos, de Perú, o El Cuarteto Imperial, de Colombia, cuando en su país no tenían éxito continuaban con sus carreras en la Argentina sumando músicos locales.
Los argentinos nunca nos vimos como los más latinos de Latinoamérica, siempre sintiéndonos los más “europeizados” del continente … 
Lazo Gasparri : Pero somos tan latinoamericanos como cualquier otro. Fijáte que en los ‘90 el contexto era súper neoliberal, y la cumbia también.
Jalil : También hay un contexto histórico que tiene que ver con esta movida. De Chávez a Evo (Morales), hay un montón de cosas que en los ‘90 era impensables. Hoy hay un espíritu más latinoamericanista a nivel continente.
Cohen : Aquella cumbia tenía mucho más que ver con un contexto pop, tipo Locomía, por eso creo que las bandas de rock se les tiraban tan en contra.
¿Cuál es su principal desafío, artísticamente hablando?
Lazo Gasparri : Componer temas propios, crear una identidad y generar nuestro propio sonido.
Deber ser difícil sostener estos proyectos con tanta gente …
Cohen : Es difícil, pero es divertido. Yo por ahí no gano un mango, pero la estoy pasando bien con mis amigos tocando cumbia.
De Mendonça : Ir al banco todos los días a las 8 de la mañana tampoco es tan fácil …Lazo Gasparri : Y trasnochar todos los días tampoco es tan fácil. No es gratis andar todos los días por ahí, pero como dijo uno de los pibes más jóvenes de La Delio, lo más importante es disfrutar del camino, no andar pensando tanto en qué pasará mañana o plantearse metas lejanas.

Cumbia y funk en clave política

Cumbia y funk en clave política

Una cátedra analiza dos géneros musicales y “lee” allí los contextos en los que surgieron y los conflictos sociales que exponen en sus letras.

FUNK. En Río de Janeiro se disfruta más allá de las modas.

Se trata de internarse en el campo barroso de un mundo que descansa en los márgenes, allí donde la ciudad se enmaraña en su paisaje favelado. Los jóvenes cantan como en cualquier otro lugar, como lo han hecho siempre, para divertirse pero también para tomar la palabra, para plantarse en un mundo que los mira con apasionada hostilidad.
Estudiar la cumbia villera y el funk carioca desde una cátedra libre de Estudios brasileños, supone no dejarse llevar por los temas que se escuchan en una fiesta de clase media, que sorprenden en la televisión o en la radio con su lenguaje descarnado, con su modo de contar sin filtro aquello que también se muestra sin pudores en el cotidiano de una villa o una favela, sino tratar de entender estas expresiones musicales dentro de un territorio que las envuelve y las hace posibles, que las descubre como manifestaciones sociales.
“Me interesan por tratarse de cuestiones que no son objeto de un reconocimiento académico”, explica Eduardo Corbo Zabatel, director del proyecto que se desarrolla en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. “Me parece que vale la pena pensar, reivindicar porque tienen algo de una verdad, de una subjetividad colectiva que exceden lo fenoménico de lo que podemos ver cuando escuchamos a alguien cantando un tema de cumbia villera o de música funk. Cuando uno escucha con la cabeza abierta y contextualiza en términos históricos, se encuentra con que ahí hay una racionalidad y una lógica, bastante más compleja, que se articulan con otras cuestiones de menor densidad cultural como la explotación económica de esta música”, agrega.
Esta música se filtra en los salones de otros sectores sociales a partir de diversos mecanismos de consumo que despiertan cierta curiosidad morbosa pero también un encantamiento por su ritmo fiestero y desvergonzado. En la Argentina nace con la crisis de 2001 donde la pobreza y la marginalidad se habían convertido en un modo de nombrar lo nacional y se amoldan a ciertas producciones estéticas que buscan en los chicos que toman cerveza en la calle y cantan cumbia a los protagonistas de sus historias. “Cuando se llega a los medios ahí hay que retocar” –interviene Corbo Zabatel– “tanto en el funk como en la cumbia hay un retoque de las letras. Eso que se potabiliza en los medios masivos se mantiene en el espacio privado de la bailanta suburbana o de la favela, hay una adaptación que da cuenta de cierta inteligencia”.
Surge el conflicto porque en esas voces desentonadas brotan palabras que son intolerables, prohibidas, representaciones de una identidad que a veces parece jugar escandalosamente con el estereotipo, con la construcción ingrata e insultante que la ideología del sentido común construye sobre los letristas de cumbia.
“Sí, pero un estereotipo en el que el villero se reconoce y del que no reniega” y Corbo Zabatel recuerda uno de sus papers donde resuenan las palabras subalterna, marginal y periférica “Es la apropiación del adjetivo descalificador como elemento de identidad. La reivindicación de la condición de favelado o de villero son fuertes, con todo lo que ello conlleva. La reivindicación del delito como una forma de vida, incluso un trabajo, de una confrontación con la autoridad que representa la policía, en el caso de las villas argentinas y el ejército en el caso carioca, son un conjunto de cuestiones que le dan cierta comunidad a la cuestión y marcan una territorialidad. El calificativo villero que usan los sectores medios, incluso los sectores bajos no villeros, es empleado por los propios pibes en la escuela para descalificar al otro como villero, viviendo también en la villa. Son esos significantes cuyos sentidos se van deslizando y no sabemos dónde terminan y dónde se resignifican y se cargan de contenido. Yo lo pensaría como una categoría vacía que se puede llenar con lo que se quiera”.
En esa actitud performática que tienen el funk y la cumbia se rastrea una lectura de lo político que muchas veces desilusiona al espacio académico. Los jóvenes realizan una celebración de sí mismos que no siempre admite la crítica, una voluntad de transformación o una aspiración a imitar las conductas de otras clases.
¿Qué ocurre entonces cuando ese investigador es llevado a un límite frente a palabras que destilan machismo, que inquietan su ideología de universitario progresista? “Se aborda desde el punto de vista analítico descriptivo”, argumenta el profesor de historia y licenciado en psicología. “Son construcciones de significado que se producen en un contexto determinado, tienen sentido y valor en ese contexto, extrapoladas pierden sentido, me parece que todas las miradas contextualistas en el campo de la psicología son bien interesantes para entender estas cuestiones. Cómo los significados están negociados en una comunidad”.
Este trabajo comparativo, que se nutre de la experiencia de la Universidad Federal de Río de Janeiro, se enfrenta a la disparidad de una forma dispersa, casi agonizante, como es el caso de la cumbia villera, mientras que el funk carioca “está vivo y coleando”, afirma Corbo Zabatel ante ese ritmo que nace en 1985 –con el fin de la dictadura–, “en un momento donde la sociedad brasileña vive una de sus mayores fisuras sociales. Tiene una vida que no tiene la cumbia villera. En los territorios favelados ocupados por el narcotráfico, el funk tiene un peso muy grande y en las canciones se explicita. Los modos de circulación de la cumbia villera y del funk son parecidos, cualquier grupo sube su material a Internet, además de la circulación en el mercado pirata. El funk está en un momento importante, fuerte, quizá porque no han cambiado las condiciones de vida en las favelas”.
Del mismo modo, las universidades cariocas y bahianas se interesan por este fenómeno como material de estudio “Ellos tienen el tema de la afro descendencia como un componente fuerte que hoy es una cuestión central, no se avergüenzan: basta escuchar buena parte de la música popular brasileña. No es el caso nuestro, nosotros somos más vergonzantes.”


Tras las raíces de la psicodelia peruana

Tras las raíces de la psicodelia peruana

La recepción de la cumbia viene cambiando en los últimos años. Incorporada al rock y a la vanguardia electrónica, el grupo Chicha Libre, del francés Oliver Conan, divierte y experimenta con las hipnóticas cumbias del Perú.
CHICHA LIBRE. Su líder viajó a Perú y se prendió de la cumbia.

En la Argentina, la cumbia ya no es lo que era. Si en algún momento fue despreciada por buena parte de la sociedad por ser considerada pobre estéticamente, en los últimos años logró desbaratar ciertos prejuicios e ingresar en ámbitos en los que antes era rechazada. Mientras los dj’s de Zizek Records llevaron a la cumbia a un lugar de vanguardia al mezclarla con ritmos electrónicos, artistas consagrados de rock, como Andrés Calamaro o León Gieco, legitimaron el género al invitar a Pablo Lescano, líder de Damas Gratis, a participar en sus discos y en sus shows. Con la edición de los compilados The roots of chicha. Psychedelic cumbias from Peru, el francés Olivier Conan también acercó la cumbia a nuevos públicos. Así como Chris Blackwell difundió el reggae a nivel mundial y Ry Cooder rescató del olvido a viejas glorias de la música de Cuba, Conan se sumergió en la cultura popular peruana para reivindicar a grupos como Los Destellos, Los Mirlos o Juaneco y su Combo.

Nacido en Nancy, criado en París y radicado en Nueva York, Conan tuvo su primer acercamiento a los ritmos peruanos cuando un amigo le regaló una  caset con grabaciones de música criolla. Así, a través de la guitarra de Oscar Avilés y la voz de Arturo “Zambo” Cavero, se enamoró de Perú. En 2004, el francés llegó al país andino dispuesto a indagar a fondo en la música criolla y afroperuana. Sin embargo, en Lima, se rindió ante la cadencia contagiosa de la cumbia. “Perú tiene una gran cultura musical, pero todos los géneros parecen converger en la cumbia”, explica. De ese viaje, Conan volvió lleno de discos que asombraron a todos sus conocidos. Pronto surgió la idea de editar un compilado y, finalmente, en 2007, The roots of chicha... se lanzó de manera independiente en Estados Unidos, Canadá y Argentina. Tres años más tarde, se editó el segundo volumen, que también tuvo edición europea. “Cuando hice el primer disco era muy naíf y me concentré en la cumbia amazónica”, dice Conan. “Por eso, en el segundo, intenté explicar los aspectos sociales de la música y mostrar la amplitud del género.”

La cumbia peruana nació oficialmente en marzo de 1968, cuando el grupo Los Destellos editó su primer álbum. Su líder, Enrique Delgado, fue quien introdujo la guitarra eléctrica en la música originaria de Colombia, generando un sonido peculiar que hasta hoy es característico de Perú. Con el tiempo, bandas de distintos rincones del país fueron sumando influencias y añadieron a la cumbia elementos de rock, música criolla, huayno, guaracha y surf, entre otros géneros.  Jorge Rodríguez Grández, director de Los Mirlos, explica: “La música de Los Destellos es cumbia costeña. En cambio, Los Mirlos, que se formó en 1973, tiene su raíz cultural en la Amazonía. Utilizamos el órgano farfisa y ‘guapeos’ selváticos, creando la cumbia amazónica. En 1980 surge la agrupación Los Shapis, con un sonido de corte andino. Su música estaba dirigida a la población que migró de las provincias del centro hacia Lima. A esa corriente se la llamó chicha”.

Esta semana, Los Mirlos realizó dos shows en Argentina: uno en el Festival Internacional de Folklore de Buenos Aires y otro en Niceto Club, un espacio dedicado al pop y el rock en pleno Palermo. Hasta hace unos años, era impensado que un local de esas características presentara un show de cumbia como el de Los Mirlos. ¿Cómo se explica esa apertura? “Entre los músicos y el público existió siempre cierto afán de diversidad, pero en los últimos años la receptividad parece haber aumentado por la circulación acelerada de información”, sostiene el sociólogo Pablo Semán, quien recientemente compiló junto a Pablo Vila el libro Cumbia. Nación, etnia y género en Latinoamérica (Gorla-EPC). “En paralelo, se erosionó el prestigio de las actitudes ortodoxas. Hay una búsqueda de belleza en lo que se considera bizarro en el campo propio. Ignorar los rechazos consensuales es un gesto de distinción”.

Mientras daba forma al primer volumen de The roots of chicha..., Conan formó en Nueva York un grupo con el que reinterpretaba las hipnóticas cumbias peruanas. La banda comenzó tocando algunos clásicos del género, pero pronto se animó a componer sus propias canciones. Así nació Chicha Libre, que en 2009 editó su primer disco, ¡Sonido amazónico! “No queremos reproducir la música peruana, sino crear algo que tenga sentido en nuestro mundo. Sin embargo, si nunca hubiésemos escuchado esa cumbia, el grupo sonaría distinto. Tomamos de la chicha la idea de que el ritmo tropical puede mezclarse con cualquier género, desde huayno hasta rock o música clásica”, dice Conan.

El sábado 21, Chicha Libre presentará en Buenos Aires Canibalismo, su segundo disco. “Quisimos hacer un álbum distinto del primero. Incorporamos nuevos estilos y un sonido más psicodélico. Hay influencias tanto de Pet Sounds, de los Beach Boys, como de la chicha y la Tropicalia”. Según cuenta Conan, el título del álbum remite al Manifiesto Antropófago, publicado en 1928 por el poeta brasileño Oswald de Andrade. Allí puede leerse: “Sólo me interesa lo que no es mío”.



Cumbia, pasión de multitudes

Posee un lenguaje directo, genital, que pocas veces se ha observado en la historia de la música en la Argentina. Dos libros recientes reflexionan sobre las especificidades del género y su relación con el rock, el tango y otros ritmos populares. 

POR HECTOR PAVON

POPULAR. La cumbia como objeto de estudio en dos libros de reciente publicación. (Diego Bianki)

La cumbia como objeto de estudio, el baile y/o el cuerpo en movimiento bajo la lupa del etnógrafo: lo cotidiano se vuelve tan exótico como interesante. Y en algunos casos, el observador no puede escapar de la telaraña del circuito social donde ancló su laboratorio y sucumbe en teoría y práctica a los ritmos que está analizando.
La cumbia, en tanto música bailable que ha movilizado en pistas con reflectores y patios familiares, y hasta veredas, acompaña el disfrute del ocio de algunos sectores argentinos –y latinoamericanos– y llega al escritorio del antropólogo después de décadas de existencia y de haber sido una especie de hija bastarda del santuario de la música nacional. No aparecen en el horizonte análisis sostenidos y de las relaciones, conflictos y procesos sociales en torno de la cumbia.
En los altares de los estudios sobre la cultura popular sólo habían ingresado el tango, el folclore y el rock, pero no esta música y danza que llega en los sesenta a nuestro territorio cultural y recreativo producto de corrientes migratorias internas del continente.
Luego de atravesar un camino de entre cuatro y cinco décadas, la cumbia se ha instalado como género musical, ha adquirido cierta legitimación y un muy definido lugar en la industria del espectáculo con un subgénero que sigue siendo un fenómeno sociocultural y comercial como el de la cumbia villera y sus diferentes versiones.
En la introducción del libro Cumbia. Nación, etnia y género en Latinoamérica , compilado por el antropólogo Pablo Semán y el sociólogo Pablo Vila –publicado por editorial Gorla– se sostiene que fue gracias a la Escuela de Birmingham (academia británica considerada la cuna de los Estudios Culturales) que se empieza a imponer la idea de adjudicar a la audiencia de la música popular la capacidad de construir sentido, no sólo de absorberlo predigerido. Al mismo tiempo, la escuela inglesa plantea que los usos de la música por los sectores populares tienen un potencial contestatario que va más allá de la reproducción de las condiciones capitalistas de producción. “Tomarse en serio la cumbia significa revertir el camino o el desierto que la sitúa en el lugar de fenómeno menor en relación a las realidades ‘importantes’, las dimensiones tradicionalmente relevantes de la vida social a los ojos de la ciencia social en términos de ‘raza’, nación, clase, género y edad”, afirman.
Es en este contexto en el que este género musical comienza a hacerse un lugar. Lo que diferencia la cumbia del rock es ser comúnmente entendida como “música de pobres, y considerada como estéticamente pobre”, explican. La cumbia no ha tenido hasta ahora el estatus de música nacional, popular o folclórica que la torne un sujeto ‘digno’ o ‘interesante’ para el folclore, la etnomusicología o, incluso, para cualquier tentativa de interpelación política de un colectivo activo y movilizante, señalan los autores. Como ocurría con el folclore de los años cuarenta y el rock nacional de los sesenta y setenta, la música y el baile de la cumbia se van a ubicar en el campo del ocio, la recreación, la diversión; entendidas, muchas veces, negativamente, como dispersión, como salida de los mundos serios del trabajo, la educación, la política o la familia.
Los autores señalan que los posicionamientos de sujeto que proponen la música, el ritmo y las letras de la cumbia villera, son evaluados de manera diferente por las múltiples tramas narrativas que los protagonistas del género utilizan para entenderse a sí mismos. Y subrayan especialmente que es innegable que la cumbia villera, vista externa o internamente al grupo que la practica, posee un lenguaje directo, genital, que pocas veces se ha observado en la historia de la música popular en la Argentina.
Por su parte, la antropóloga Eloísa Martin retoma y ubica en el lugar que le corresponde al caso de la cumbia villera al argumentar que “a diferencia del rock nacional, la cumbia villera no se propone como un vehículo para la ‘rebeldía’ o la ‘toma de conciencia’. No admite ninguna intención política. Frente a un rock de protesta que en ningún caso era para bailar, su única pretensión es divertir. La cumbia villera es música para bailar y no para construir una oposición”. Finalmente, concluye: “En las cumbias no piden trabajo, no reclaman ‘justicia social’, no pretenden una mejor distribución del ingreso, no entran en la lógica de la movilidad social ascendente. ‘Simplemente’ positivan , a través de la música, una forma de vivenciar el mundo.” Y agrega: “La cumbia villera expresa, al mismo tiempo, una ruptura con un cierto juego disciplinario dominante, del cual son los jugadores menos favorecidos, y con una especie de nostalgia por un orden que –aunque los privilegiara, de alguna manera los protegía– ya no existe más. A partir de esta doble referencia, necesariamente ambigua, la cumbia villera da cuenta de una experiencia no necesariamente asociada al orden dominante y al horizonte disciplinario que liga trabajo y familia como ideal de masculinidad, revelando un mundo que florece en los intersticios del sistema dominante”.
La cumbia "argentina"
La socióloga Malvina Silba bucea en los orígenes en su capítulo: “La cumbia en Argentina. Origen social, públicos populares y difusión masiva” y explica –retomando a Sergio Pujol– que la cumbia se desarrolló en la primera mitad de los 60 con la influencia de los grupos Los Wawancó y El Cuarteto Imperial. Y por otro lado, la reconfiguración de las “orquestas típicas” que pasaban rápidamente del chamamé, el jazz a la cumbia. Sin embargo, Silba apunta que la cumbia y su expansión masiva se debió a las mediaciones de la industria cultural. La música que se escucha, se baila, se canta y se compone, puede ser, para el caso aquí analizado, escuchada, bailada, cantada y compuesta por una importante cantidad de sujetos que conforman las culturas populares urbanas argentinas (o latinoamericanas). Y ese dato, que es ineludible, obliga a colocar la mirada, a observar y a reflexionar sobre las posibilidades democráticas que esta práctica cultural permite.
En los 80 se conoce el fenómeno de la música tropical que en algunos casos incluye al cuarteto y la cumbia y otros subgéneros surgidos desde entonces. ¿Dónde se despliega esta música? La bailanta. Esta designación espacial contiene tanto a un conjunto de expresiones musicales como a los lugares de encuentros entre quienes escuchan esta música, “simplifica una cantidad heterogénea y compleja de estilos musicales que, si bien comparten el hecho de ser elegidas por públicos cuyo origen sociocultural es más o menos similar, este dato no debería opacar la variedad de formas y géneros que denotan la riqueza del fenómeno más allá de los rótulos”.
Los años 90, los de la pizza con champán, los de la década gobernada por Carlos Menem trajeron un nuevo auge de la cumbia dentro de la “movida tropical”: “la música popular, y en especial el mercado tropical, sufrieron los embates de una creciente desigualdad social, al tiempo que la contracara de la fiesta menemista –citada por Pujol–, parecía unir en una ficción igualitaria, a estrellas del espectáculo con políticos y artistas bailanteros en un mismo plano. Pero la realidad social indicaba que las profundas diferencias que en la vida real separaban (y enfrentaban) irremediablemente a estos actores, no se resolvían porque todos pudieran bailar al ritmo de ‘Qué tendrá el petiso’ o ‘El hijo de Cuca’”.
Otros enfoques históricos del libro nos cuentan los orígenes latinoamericanos de la cumbia como Peter Wade que se refiere a “Construcciones de lo negro y de Africa en Colombia. Política y cultura en la música costera y el rap” o Héctor Fernández L’Hoeste que se refiere en su trabajo a la colombianidad de la cumbia.
En el caso particular de la Argentina, esto es lo que acontece en torno de la cumbia, cuyo uso social se incrementa porque el espacio del ocio y las organizaciones que lo atienden se amplía, como sostienen quienes analizaron este género y sus lecturas en la sociedad y en la academia.
Pasos y celebraciones
El cuerpo en movimiento, el cuerpo alcanzado por músicas movilizantes y transportadoras de distintos estilos ha conmocionado el trabajo del investigador y de otros especialistas de la música y las ciencias sociales que tomaron las infinitas danzas en todas sus formas, como ritual, encuentro, festejo, ceremonia para explicar rasgos del individuo y la sociedad. Diversos autores han formulado etnográficamente la idea de que la danza resulta central en la articulación, el mantenimiento, la reformulación y la negociación de las identidades étnicas. Dichos estudios proponen matrices para establecer e identificar las identidades que se ejecutan al bailar y con que atributos pueden asociarse.
En Las palabras y las pasos. Etnografías de la danza en la ciudad , la antropóloga María Julia Carozzi coordinó una serie de trabajos que abordan la “visibilización del movimiento humano en contextos específicos”.
“Como era de esperarse, dado que el sentido común otorga al movimiento humano carácter ‘corporal’, el interés de las ciencias sociales por el cuerpo influyó en el desarrollo de los estudios antropológicos de la danza y el movimiento”, señala la investigadora.
Carozzi reunió una serie de artículos que problematizan la división entre “mentes que hablan y cuerpos que se mueven”. Allí, Guadalupe Gallo, por ejemplo, observa y analiza lo que ocurre con la música dance en las fiestas electrónicas de Buenos Aires. A diferencia de lo que ocurre con el sentimiento colectivo desatado en los géneros más populares o el baile de a dos en el tango, aquí se puede bailar solo: “el bailar dance puede ser a la vez conexión con uno, con el propio interior y una alternativa de conexión con los otros; un baile solo y en soledad por momentos y un baile en pareja complementando los movimientos de otros; la posibilidad de experimentar ‘algo nuevo’ o bien la búsqueda de repetir ‘ lo conocido’: bailar para seducir y acercarse a otro, como encontrar allí la fuga ante algunas exigencias sociales para los géneros”.
También son interrogadas las prácticas de las danzas folclóricas en el artículo de Belén Hirose. Allí, la investigadora observó y desmenuzó certámenes donde entrevistó a bailarines y jurados y analizó el material impreso para esas ocasiones. Su trabajo retoma otros que analizan la apropiación de los bailes del pasado por parte de los estados nacionales para propiciar sentimientos de nacionalidad en una comunidad. A su vez, Denise Osswald explora las clases de entrenamiento corporal dictadas por Ana Frenkel. Allí conecta la trayectoria artística de la docente con elaboraciones y síntesis personales de conocimiento expresadas durante sus clases.
A su vez, Juan Felipe Castaño Quintero, escribe sobre lo que significa bailar salsa en un festival mundial. Es decir, se trata de una construcción. El libro concluye con dos trabajos sobre tango. Uno, de Hernán Morel sobre los juegos de poder y los juegos surgidos de los diálogos entre milongueros y milongueras. El otro es de Carozzi (ver Así escribe).
La música popular, sus escenarios públicos y privados, protagonistas profesionales y anónimos cruzan y unen retazos de la identidad, lo cual no significa que la cohesionen sino que simplemente la nutren y la complejizan. Semán y Vila enfocaron su trabajo como un modo de acceder a un aspecto cultural de los sectores más humildes con el objetivo compartido de “dilucidar la compleja manera en que la música ayuda a ‘construir’ sociedad, no sólo a refelejarla”.

“La cumbia villera es una gran ventana para ver cómo se procesa la desigualdad”

POR CLAUDIO MARTYNIUK

Marginación y sexismo, pero también jóvenes que descubren sus derechos y mujeres que rechazan el maltrato tienen su lugar en una música popular que ilumina toda una época.
El etiquetamiento de tribus urbanas suele apelar a la música. La cumbia villera, en este ejercicio, es percibida como el rasgo identitario de jóvenes marginales sexistas y decididamente “malos”. Podría señalarse, para notar la relativa superficialidad de esta aproximación, que el dispositivo genocida nazi fue articulado por refinados cultores de la música clásica. Y es que el gusto musical de por sí no es una pauta válida para diferenciar “buenos” de “malos”. Así reflexiona el antropólogo y sociólogo argentino Pablo Semán, cuyo último trabajo etnográfico observa los matices que tiene la producción, difusión y recepción de la cumbia en América latina.
¿Qué rasgos comparte la cumbia en los países de América latina?
El recorrido de la cumbia del norte al sur de América es de reinvención, dispersión y multiplicación del género en varios usos y combinaciones. Está en el centro de procesos en los que se producen estigmas y se los combate. En la cumbia las mujeres son muchas veces ofendidas, pero en otras encuentran espacios para defenderse y reivindicar papeles diferentes. Se elaboran negritudes que son muchas veces motivo de orgullo de grupos postergados. Pero también, contra la cumbia, se arman vergüenzas que redoblan las desigualdades presentándola a sus cultores como “negros” verdaderamente incorregibles. Así resulta un género musical estratégico para observar el carácter heteróclito que posee América Latina: en su diversidad, la cumbia es una ventana privilegiada para entender cómo se anudan y procesan diversidades y desigualdades originando identificaciones cambiantes y múltiples. 
¿Qué lazos hay entre cumbia y sociedad?
La cumbia, operando en procesos de etnificación e identificación nacional, es un ejemplo de la eficacia de la música en la constitución de la sociedad. Pero algo de la difusión y expansión de la cumbia se debe a cambios sociales que la propia música interioriza. Música y sociedad están intimamente entrelazadas y esa relación cambia notablemente su dinámica cuando es más fácil acceder a un estudio de grabación, o cuando los locales de baile se multiplican. El abaratamiento de la producción de música, las posibilidades de ganar algún prestigio y plata tocándola son parte de las condiciones de expansión de la cumbia en Argentina.
¿Qué hay en la cumbia, más allá de lo tan visibilizado en los medios?
Es importante reconocer otros juegos en la escena de la cumbia: los del humor y la escenificación de la sexualidad en las letras, por ejemplo; o la denuncia por la vía de la burla; las ofensas de género, pero también la apertura de un juego sexual. También hay que asumir que la cumbia se expande porque es un género bailable.
¿Qué idea de sexo domina en la cumbia villera? ¿Hay sexismo?
El del sexismo en la cumbia, especialmente en la cumbia villera, es un tema tan importante cómo complejo. Si algunos análisis tienden a evidenciar el sexismo de la cumbia, otros podrían ocultarlo, minimizarlo, querer que no exista para, se dice, “no estigmatizar a los pobres”. Esa disyunción es éticamente inaceptable y sociológicamente improductiva. Hay que subrayar el sexismo, pero también hay que abrirse a la presencia de otros elementos. Le doy un ejemplo para contrastar: los Beatles hicieron Run for your life (“Corre a salvar tu vida”). Su letra empieza así: “Prefiero verte muerta, pequeña, a que estés con otro hombre”. Esto fue hace decenas de años y nadie se escandalizó frente a una canción eventualmente machista. Es necesario preguntarse por qué la crítica de género se aplica tan selectivamente que afecta los géneros populares y no los géneros preferidos por las clases medias y, sobre todo, por las capas intelectuales. Se podría afirmar que en los Beatles había ironía en esa letra. La misma caridad interpretativa, y tal vez más, requiere el análisis del consumo popular, por ejemplo el de la cumbia, a menos que se piense que la metáfora, la ironía y la comedia sean monopolio de los que están por encima de la linea de pobreza. Ni ha dejado de haber machismo en los sectores medios, ni todo es machismo en los sectores populares.
¿No se desatendería así la pertinencia de la crítica de género?
Es necesario no renunciar a la crítica de género, pero sin atarla y confundiéndola con los parámetros de las clases medias. Esta es la única forma en que la crítica de género puede divorciarse del sesgo de clase, del etnocentrismo intelectual. 
Pero la mujer en la cumbia, ¿no queda pasiva, reducida a objeto?
Hay que entender que, junto con el sexismo de los músicos y el clasismo de los críticos, se presenta una dinámica de activación sexual femenina que también es culturalmente novedosa y va más allá de los imperativos de la industria cultural: en la vida cotidiana el sexo se ha tornado tema corriente, insistente y público. ¿Acaso hemos tomado en cuenta la transformación que implica el hecho de que mujeres y hombres reciban consejo televisivo sobre las diversas prácticas sexuales en el horario en que hace no más de tres décadas había mensajes religiosos? En esa activación sexual, las mujeres irrumpen con cierta autonomía. Ese cóctel contradictorio torna a la cumbia un campo de batalla especial: mujeres activadas sexualmente y buscando su autonomía, hombres que reaccionan desde el temor o desde un incuestionado machismo. 
¿Cómo diferenciar sexismo de activación sexual?
Diferenciar los hilos del sexismo y la activación sexual es un camino complejo, que no se adapta ni a slogans ni a presentaciones simples. Pero es necesario hacerlo para incorporar todos los matices de la situación. 
Pappo afirmó que “cuando un pueblo cae en desgracia, escucha cumbia”. ¿Usted coincide?

La afirmación de Pappo es más interesante que verdadera. Derivar un diagnóstico social de un juicio estético arbitrario, lleno de prejuicios sociales, es una tentación que hay que resistir. Todo lo establecido tiende a confundirse con el bien social, en contraste con un espantapájaros que ocupa el lugar del mal social, la cumbia en este caso. Lo que Pappo decía de la cumbia lo decían los tangueros del rock, en el que veían degeneración. La frase de Pappo muestra qué lugar podía ocupar la cumbia en el gusto de otros grupos sociales. Y la fuerza de esas expresiones, que no deja de tener efectos estigmatizantes, produce la desgracia que profetiza. Pero también es cierto que esas valoraciones no son homogéneas. Otros músicos de ese “palo” reivindicaron la cumbia villera. Hay que contar esos juegos de ataques o alianzas, como la recuperación de Pablo Lezcano, ex cantante de Damas Gratis, por la cumbia electrónica como parte del fenómeno social a describir. 
¿Qué le resta al análisis musical?

En lo específicamente musical hay muchas consideraciones por hacer. ¿Qué es lo que nos parece molesto de algunos momentos de la cumbia en comparación con Independence Day, la “cumbia” de David Byrne? ¿Las inflexiones tonales del litoral en las voces?, ¿que tocan mal? O, en contra de Byrne, ¿que la cumbia suena maciza y entera mientras en su disco es pasteurizada? ¿Por qué la cumbia deja de ser un índice del desastre sociocultural cuando Pablo Lezcano toca en Zizek Club, de la disco porteña Niceto? Es más interesante ver que la cumbia villera es pasible de reclasificaciones sociales como ya lo fue la cumbia en Argentina y en Colombia. Y al mismo tiempo queda claro que las nuevas generaciones asumen el panorama musical con otros criterios de síntesis.

¿Cómo se presenta la denuncia social en la cumbia villera?
Su específico carácter de protesta nace de unas condiciones especiales, que son sus raíces en los procesos de los ‘90 que implicaron hiper desocupación, globalización de panoramas tecnológicos e imaginarios que permitieron generar puestas en escena diferentes. La categoría “canción de protesta” ofrece una complicación muy interesante. Aun restringiendo su alcance a la protesta social es una categoría de usos caprichosos: es aquella canción cuyo motivo de protesta comparte el que usa la categoría (tan es así que entre quienes comparten implícitamente el valor de una música como “de protesta”, suelen engolar su voz y, ante la desvalorización de un determinado género u obra, suelen decir “no, guarda ésta es una música que tiene valor político”. Desde este punto de vista parece que hubiera protestas buenas y protestas inaceptables. Hay que entender la canción de protesta de una forma más amplia: como aquella forma de crear, interpretar y apropiarse de la música que se hace en oposición a algo que se identifica como obstáculo. Más allá de que me guste, hay protesta en Alfredo Zitarroza -que me gusta-, como en el género Oi de los neonazis europeos -que no me gustan y me parecen políticamente peligrosos. 
¿Y en el caso de la cumbia?
Tiene elementos de protesta que identificaban un obstáculo en las consecuencias sociales del proceso que, independientemente de su fecha de origen, tuvo en los años 90 su consumación. Tampoco nos sirve absolutizar una parte de la verdad sociológica para caracterizar a la cumbia y su relación con la situación social: autotitulándose “negros”, incluso “pibes”, con una connotación cercana a la delincuencia y la transgresión, interiorizaban el mandato de una sociedad que los expulsaba del mundo del trabajo. Se reconocían “vagos”. Pero no está claro hasta dónde ese camino, en el que habitaba la indignación, no es el que los llevó a concebirse como una juventud con derechos. Esa otra parte integra las complejidades con que se desarrolló realmente la cumbia en Argentina. 
Copyright Clarín, 2012.

lunes, agosto 05, 2013

CANCIONES QUE GLORIFICAN LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES


UN DEBATE SOBRE LAS LETRAS DE CANCIONES QUE GLORIFICAN LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES

Entre arte y machismo

Daddy Yankee, el rey del reggaetón portorriqueño, centra su obra en la denigración de la mujer. Aquí, Zambayonny hace su aporte. Cacho Castaña tiene lo suyo. Las letras misóginas no reparan en géneros. ¿El arte tiene límites? ¿Se puede discriminar en nombre de la libertad de expresión? La polémica. 


Por Mariana Carbajal
¿Qué tienen en común el rey del reggaetón Daddy Yankee y Cacho Castaña? Uno y otro, en alguna de sus canciones, se vanaglorian de golpear a las mujeres. ¿Si en lugar de una mujer el blanco de sus bofetadas fueran personas judías o negras, entonarían sus letras con la misma impunidad? Activistas feministas han empezado a denunciar, artesanalmente, en redes sociales al cantautor bahiense Zambayonny –para algunos un artista de culto–, por hacer apología del machismo como base de su obra y denigrar a las mujeres. La idea, aclaran, no es llevar adelante una “campaña en contra de”, sino visibilizar cómo la cultura reproduce formas de discriminación hacia las mujeres y naturaliza una supuesta subordinación en relación con los varones. ¿Cuáles son los límites del arte? ¿Se deben aplicar sanciones a quienes promueven –a través de expresiones artísticas– violencia simbólica hacia las mujeres, en un contexto en el que los femicidios son un gravísimo problema social? Una profesora de Derecho Constitucional, una jurista, una filósofa y el interventor del Inadi polemizan sobre el tema.
“En numerosas oportunidades vemos en los medios de comunicación expresiones que refieren, e incluso incitan o exaltan, a la violencia contra la mujer, llegando a enaltecerse el femicidio. Incluso se encuentran presentes en expresiones musicales de distinto tipo y naturaleza”, señala la profesora de Derecho Constitucional María Sofía Sogués. En el último Encuentro Nacional de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina (AMJA), que se hizo en Santiago del Estero, Sagués expuso sobre las tensiones jurídicas entre la libertad de expresión y la protección frente a ese tipo de manifestaciones de odio contra la mujer, que incitan o promueven la violencia a través de canciones (ver aparte). Pueden encontrarse numerosos ejemplos en letras del rock, de tangos, de reggaetón, de cumbia, música pop, romántica.

¿Humorada?

“I used to love her/ But I had to kill her (Yo solía amarla/Pero tuve que matarla)”, se escuchaba por la radio a Axl Rose, líder de la banda estadounidense Guns N’ Roses a fines de los ’80 y principios de los ’90. El cantante ha dicho que la temática de la canción –un hombre que decide enterrar a una mujer en su patio trasero– es simplemente una humorada. La pregunta surge rápidamente: ¿cuánto espacio para el humor permite esa temática?
El portorriqueño Daddy Yankee, rey del reggaetón, es un maestro a la hora de escribir canciones que pregonan la violencia hacia las mujeres. En Latigazo, el coro dice: “¡Castígala!, dale un latigazo/ Ella se está buscando el fuetazo/ Castígala, dale un latigazo/ En la pista te voy a dar yo pal’ de azotazos y palmetazos...”.
Una de las canciones de Cacho Castaña dice: “Si te agarro con otro te mato, te doy una paliza y después me escapo”.
Dentro de la canción romántica, “pueden encontrarse varios ejemplos apunta Sagués en el caso del mexicano Alejandro Fernández, quien lleva vendidos más de 30 millones de álbumes en el mundo. En Mátala”, El Potrillo de México –como se lo conoce– entona melosamente: “Si quieres disfrutar de sus placeres/ consíguete una pistola si es que quieres,/o cómprate una daga si prefieres/ y vuélvete asesino de mujeres...”.
Sagués recuerda además que en el tango Amablemente, de Edmundo Rivero, se perfila, con marcada violencia contra la mujer, una situación de femicidio:
La encontró en el bulín y en otros brazos...
Sin embargo, canchero y sin cabrearse,
le dijo al gavilán: “Puede rajarse;
el hombre no es culpable en estos casos”.

Y al encontrase solo con
la mina,
pidió las zapatillas y ya listo,
le dijo cual si nada hubiera visto:
“Cebame un par de mates, Catalina”.

La mina, jaboneada, le
hizo caso
y el varón, saboreándose un buen faso,
la siguió chamuyando de pavadas...
Y luego, besuqueándole la frente,
con gran tranquilidad, amablemente,
le fajó treinta y cuatro puñaladas.
Cantarle al machismo
Los ejemplos pululan. Sólo basta aguzar el oído. El punto es qué registro tienen finalmente quienes bailan y cantan al son de esos ritmos cargados de violencia hacia las mujeres. Lucía Schiariti es integrante del equipo del Programa de alumnas madres y padres del gobierno porteño. Trabaja con adolescentes de la zona sur de la ciudad en talleres, donde aborda, entre otros temas, la violencia en los noviazgos. Uno de los insumos, disparadores para abordar la problemática, son justamente las canciones del rey del reggaetón, el portorriqueño Daddy Yankee, y también de Shakira, en las que aparecen reflejadas relaciones donde “el otro se cree tu dueño y es todo”. “Tratamos de reflexionar que son contextos que pueden favorecer los vínculos violentos. Lo que sucede es que las pibas, en general, no tienen identificadas las letras de Daddy Yankee como violentas. Es común que las canten, pero sin estar pensando en lo que dicen”, contó Schiariti a Página/12.
Zambayonny, un personaje que nació en Televisión Abierta (se transmitía por el canal de cable MuchMusic), se ha hecho conocido por su humor escatológico, guarango, a través de YouTube. El último año estuvo nominado a los Premios Carlos Gardel como Mejor Album Artista Canción Testimonial y de Autor, por su disco Búfalo de agua. El cantautor “tiene una especie de partido con sus seguidores/as. Se llama ‘Sindicato del Pedazo’, que ensalza la ‘verga’ como ‘material de trabajo’, como ‘arma’ y un sinfín más de sus misóginas ‘utilidades’”, cuenta a este diario una de las promotoras de la movida para llamar la atención sobre las canciones de este juglar, que prefiere el anonimato porque ha recibido ataques cibernéticos con agresiones escritas desde que se sumó a esta iniciativa.
“Es indudable que letras como las de la canción La incogible, del citado cantautor, desde su mismo título colocan a la mujer en el lugar de objeto sexual y denotan ‘violencia contra las mujeres’, en los términos de la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ambitos en que Desarrollen sus Relaciones Interpersonales (Nº 26.485). Incluso se llega a decir en la canción que para tener sexo con una mujer ‘se probó con pagarle y no funcionó’”, dijo a Página/12 el titular del Inadi, Pedro Mouratian. “El arte es una forma de expresión y, como tal, está sujeta a límites. Un límite es precisamente el principio de no discriminación. Las expresiones discriminatorias, de índole artística o de cualquier otra índole, no están protegidas por el derecho a la libertad de expresión. No es de extrañar que muchas veces el público celebre este tipo de producciones, ya que la discriminación, antes que un acto ilícito, es una práctica social con fuerte arraigo cultural”, observó el funcionario.
–¿Qué tipo de medidas se pueden implementar para contrarrestar ese efecto? –le preguntó este diario.
–Es importante adoptar medidas de prevención: por ejemplo, realizando campañas de sensibilización social sobre la gravedad del fenómeno de la violencia contra las mujeres y el carácter imperioso que tiene su erradicación, tales como las que venimos realizando desde el Inadi en articulación con otros organismos del Estado, por ejemplo, el Ministerio de Educación de la Nación. Y como herramienta para llevarlas a cabo, el arte tiene un enorme potencial.
Mouratian recordó que hay una clara vinculación entre la violencia sexista y la discriminación basada en el género. En este sentido, añadió, es importante tener en cuenta que la violencia contra las mujeres ha sido considerada por el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer como una forma de discriminación que impide gravemente que las mujeres gocen de derechos y libertades en pie de igualdad con los hombres. “Entonces, esas letras también contravienen la normativa referida a la discriminación en general y a la discriminación contra las mujeres en particular”, puntualizó. Vale recordar que el artículo 5 de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación hacia la Mujer obliga a los Estados parte –la Argentina es uno de ellos– a “modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos”.

Límites

La movida para visibilizar el tinte misógino de algunas de las canciones de Zambayonny cuenta con el apoyo de Perla Prigoshin, coordinadora de la Comisión Nacional para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género, que depende del Ministerio de Justicia de la Nación; de la Red Provincial de Mujeres Libres de Violencia de Género y de la secretaria general de la Asociación Argentina de Mujeres de Carreras Jurídicas y de la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas, Norma Graciela Chiapparrone. “Desde luego muchas de sus canciones conciben a la mujer como objeto de consumo sexual, como mercancía, son procaces, y por lo menos para mí como feminista un compendio misógino”, resumió Chiapparrone. Para la abogada, lo que Zambayonny hace a través de algunas de sus canciones encuadraría como “tipo” en la violencia simbólica, y a través de la “forma”, como violencia mediática. Ambas, tanto el tipo como la forma, están previstos en la Ley 26.485.
“El tipo porque transmite un mensaje que reproduce y naturaliza una forma de subordinación, discriminación o desigualdad en relación con el hombre; y la forma porque humilla o cosifica a través de la difusión del discurso –en este caso las letras de las canciones– a las mujeres en los medios de comunicación”, analizó. La norma, sin embargo, no prevé sanciones. “Nosotras entendemos que a falta de una sanción específica, la denuncia pública de ciertas conductas hace que merezcan la condena social, el reproche, por eso actuamos de este modo. Así lo hicimos con un icono como Joan Manuel Serrat no hace mucho, quien en un recital con Sabina tuvo comentarios que consideramos agraviantes y discriminatorios hacia nosotras las mujeres. Y esa declaración en conjunto con otros grupos de la sociedad civil la dimos a conocer públicamente. Por otra parte, existe un principio del derecho que dice que todo aquel que causa un daño debe repararlo. En consecuencia, creemos que este señor debería dejar de reproducir esas canciones y asumir públicamente un compromiso de desenvolver su actividad de acuerdo con la ley”, consideró.
–¿Pero se pueden limitar las expresiones artísticas?–le preguntó Página/12.
–Los límites del “arte” están dados por la cultura de un pueblo, en el marco de la libertad y en el respeto a los derechos de las personas, en nuestro caso las mujeres. Si la ley dice que tales o cuales conductas son reprochables, ahí está el límite. Pero para resguardar los derechos de todos y todas es necesario dar una batalla cultural, y ése es parte del trabajo que tenemos principalmente las feministas. Argentina posee el marco jurídico adecuado para proteger en forma integral a las mujeres de todos los tipos de violencia, pero aún esa batalla cultural nos exige la denuncia constante ante hechos como el que comento.

 Por Mariana Carbajal

Para la filósofa Diana Maffía, designada al frente del Observatorio de Género en la Justicia, del Consejo de la Magistratura de la Ciudad, tal vez la denuncia pública no sea el camino para hacer frente a expresiones “artísticas” que resultan agresivas y crudas con las mujeres. “Vi los videos de un recital de Zambayonny donde sus ocurrencias, sin embargo, son festejadas por varones y mujeres. Esa asimilación, esa necesidad de mostrar ‘no soy de las que se ofenden cuando dicen pija’ me parece lamentable. Pero nos advierte que muchas veces la defensa que hacemos las feministas es tomada, incluso por otras mujeres, como puritana. Donde nosotras vemos una incitación a la violencia y un abuso de poder puede verse sólo un intento de censura o una actitud amarga que no soporta un chiste. Y yendo directamente al punto: no creo que haya que prohibir canciones, salvo en casos muy extremos en que el daño enorme de la censura lo justifique porque se evita un daño mayor. Es difícil probar el efecto que una canción puede tener sobre la mente y las emociones de una persona. Sí me parece que hay que calificar, decir que se está denigrando, y si hay violencia denunciarla. Pero ojo, ¿siempre que veamos una letra que expresa estereotipos hay que denunciar? Yo creo que hay que tener cuidado porque en muchos casos eso le da más difusión a algo que no vale la pena. En este caso particular, estas ‘canciones’ tienen unos años, estratégicamente, denunciarlas es ponerlas a circular otra vez y correr el riesgo de que se considere una mojigatería y no una denuncia seria porque el autor juega con el humor. Y ya sabemos (basta recordar a Miguel Del Sel) que el humor se apoya fuertemente en los estereotipos, a la vez que los refuerza; pero sobre todo hace cómplices a quienes riéndose se encuentran integrados en una cultura que nosotras queremos cambiar”, señaló Maffía. En 2008, como legisladora porteña, Maffía objetó y criticó duramente la iniciativa del macrismo de declarar Personalidad Destacada de la Cultura al cantante Cacho Castaña por el contenido de alguna de sus canciones. “La verdad es que el tema de la violencia es una cuestión de salud pública, de derechos humanos y difícil de tratar. La Ciudad de Buenos Aires tiene algunos programas para el tratamiento de la violencia. Deberíamos ocuparnos de que la cultura no aliente aquello que nos cuesta tanto tiempo derrotar. Hay aspectos de la cultura popular, sobre todo, que penetran mucho más que un libro de lectura. Por ejemplo, una canción que dice: “Si te agarro con otro te mato, te doy una paliza y después me escapo”. Es decir, todo lo contrario de lo que se supone que los programas de atención de violencia en esta ciudad alientan: que no haya violencia en las relaciones y que no haya impunidad para los violentos”, señaló Maffía en aquella sesión del 16 de octubre de 2008.


 MARIA SOFIA SAGUES, CONSTITUCIONALISTA

Tensión entre dos derechos


 Por Mariana Carbajal
Aunque la violencia simbólica y la violencia mediática contra las mujeres están definidas en una ley, no existen herramientas legales para sancionarla, advierte la profesora de Derecho Constitucional María Sofía Sagués. En el último Encuentro Nacional de la Asociación de Mujeres Jueces de Argentina (AMJA), que tuvo lugar en agosto pasado en Santiago del Estero, Sagués expuso justamente sobre las limitaciones de los marcos jurídicos frente a las expresiones de odio hacia las mujeres que se reflejan en las canciones, que se difunden por los medios de comunicación y las tensiones entre el principio de igualdad y no discriminación y la libertad de expresión. En una entrevista con Página/12 analizó la temática.
–Desde su visión jurídica, ¿se puede aplicar alguna sanción a quienes cantan canciones misóginas?
–En esta temática se encuentran en tensión dos elementos fundamentales de nuestro sistema jurídico y democrático: el principio de igualdad y no discriminación, y la libertad de expresión. Dentro de este marco se prevén diversas soluciones que responden a situaciones específicas. Es necesario analizar el contenido de cada expresión a fin de poder concluir si da a lugar o no a sanciones. El sistema jurídico argentino no admite la violencia contra la mujer. La ley 26.485, que tiene por objeto promover y garantizar el derecho de las mujeres a vivir una vida sin violencia, brinda protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y define la violencia simbólica y la mediática. La norma se enlaza con la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Convención sobre los Derechos de los Niños –ambas con jerarquía constitucional–, la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, y la Ley 26.061 de Protección Integral de los derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes. En general existen restricciones a la libertad de expresión tales como el horario de protección al menor en el ámbito televisivo, la venta limitada a mayores de edad de ciertas publicaciones o sanciones aplicables en el caso de publicidad que promueva, por ejemplo, la violencia contra la mujer. Incluso la Convención Americana sobre Derechos Humanos –con jerarquía constitucional– permite un supuesto excepcional de censura previa sobre espectáculos públicos con el exclusivo objeto de regular el acceso a ellos, para la protección moral de la infancia y la adolescencia.
–¿Algunos tipos penales vigentes como la apología del crimen, la incitación a cometer delitos y la incitación a la violencia colectiva podrían aplicarse sobre expresiones de violencia contra la mujer que encontramos en canciones?
–Las exigencias legales de estas figuras hacen que sólo cubran casos donde se realice apología o se instigue respecto de hechos concretos, determinados, circunstanciados –por ejemplo referidos a una persona individualizada–; no genéricos en abstracto, por más que estos últimos multipliquen patrones socioculturales de violencia contra la mujer. Es por esa razón que, a pesar de que están vigentes leyes y convenciones internacionales en contra de la violencia contra la mujer, las normas penales contienen estrictas exigencias que dejan fuera de su aplicación muchos supuestos de violencia simbólica y mediática. A ello se suma que las figuras mencionadas carecen de la especificidad necesaria para tratar de manera adecuada un tema particular y estructural como este tipo de violencia.
–¿Es distinto con respecto a las expresiones de odio religioso o racial?
–En ese caso, están reguladas por un tipo penal específico. El artículo 3 de la Ley 23.592 establece que “serán reprimidos con prisión de un mes a tres años los que participaren de una organización o realizaren propaganda basados en ideas o teorías de superioridad de una raza o de un grupo de personas de determinada religión, origen étnico o color, que tengan por objeto la justificación o promoción de la discriminación racial o religiosa en cualquier forma. En igual pena incurrirán quienes por cualquier medio alertaren o iniciaren a la persecución u el odio contra una persona o grupo de personas a causa de su raza, religión, nacionalidad o ideas políticas”.