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ADELANTO EXCLUSIVO DEL LIBRO DE SILVIA BLEICHMAR VERGÜENZA, CULPA Y PUDOR. RELACIONES ENTRE LA PSICOPATOLOGIA, LA ETICA Y LA SEXUALIDAD
Realidad exterior y realidad interior
La Editorial Paidós publica en estos días los seminarios realizados por la prestigiosa psicoanalista argentina fallecida en 2007, en los que toma como eje de su planteo la importancia de la culpa en la constitución subjetiva y sus consecuencias en las decisiones éticas de la práctica psicoanalítica.

Para la clase de hoy me pareció importante que revisemos el concepto de realidad y después volvamos a Winnicott con el objeto transicional, porque yo me voy encontrando, a medida que lo trabajo, que es posiblemente el autor psicoanalítico que más ha buscado respuestas. Tal vez sea la suya, la primera respuesta desde el interior del psicoanálisis inglés, de hacer un sistema terciario en relación al sujeto y la realidad y una zona de intermediación. El valor del concepto de fenómeno transicional me parece que está dado por esta cuestión de una intermediación entre la realidad interior y la realidad exterior. Esto intenta resolver un problema que es el que se han planteado muchos pensadores, no al nivel de Winnicott, sobre qué pasa con las relaciones entre la realidad interior y la realidad exterior. Y uno de los problemas que tiene este pensamiento es que a partir de que se constituye en el marco de una subjetividad de partida, el problema está siempre en la constitución de la realidad exterior como un producto, con lo cual me parece que hay que trabajarlo finamente para poder encontrar los nexos que nos permitan entender el campo de la ilusión.
Yo estuve revisando mi propio texto, se llama “Las formas de la realidad” en el libro La subjetividad en riesgo1, porque me parece que articula dos o tres ideas que pueden ser útiles para el trabajo sobre este concepto. Precisamente porque la cuestión de la realidad está constantemente planteando preguntas en psicoanálisis. Ustedes deben saber de la conceptualización de algunos colegas que consideran a la realidad como una cuarta instancia, inclusive apoyándose en parte en el texto de Freud Esquema del psicoanálisis2. Mi opinión es que esto plantearía varios problemas: de qué estatuto se trataría y, además, qué estatuto representacional cumpliría la realidad como cuarta instancia. Y, si la realidad se incluye como una cuarta instancia, de qué manera operan las otras tres. Por eso me parece que sería importante volver a definir la función de la realidad en cada una de las instancias. Para eso es que yo retomé esto. Porque, precisamente, el problema de la realidad con el aparato psíquico es que, en primer lugar, la realidad o principio de realidad de que habla Freud no es la relación con lo real sino algo que tiene que ver con la realidad como un constructo. ¿Qué quiero decir con esto? Que Freud no diferencia entre lo real y la realidad, porque si bien él tiene a su alcance la conceptualización alemana que permitiría –y la utiliza en sus textos– establecer esta diferencia entre das Ding y die Sache, que después Lacan retoma, vale decir entre la cosa en sí y la cosa para el sujeto, o la cosa significable, o la cosa capturable de la representación, al mismo tiempo son muy pocos los lugares de la obra donde lo encontramos. Uno de los pocos lugares donde aparece es en el Proyecto3, por eso yo me he apoyado ahí, donde Freud hace una diferencia entre realidad y realidad psíquica. Y concibe a la realidad –no es la realidad tampoco, es la realidad del objeto– como aquello que escapa al reencuentro. Es decir, aquello que se reencuentra es lo cognoscido; lo incognoscible, que ni siquiera puede ser capturado, es del orden de una realidad que es la otra cara que queda siempre sin significar.
La realidad exterior no es un campo homogéneo, sino de complejidad y diversidad
Bueno, entonces yo voy a empezar por diferenciar, sin atenerme al registro de Lacan, sino en relación a cada una de las instancias. La primera cuestión que plantea es ubicar la realidad exterior no como campo homogéneo sino en toda su complejidad y diversidad. ¿Por qué? Porque cada vez que se habla de tomar en cuenta la realidad habría que definir de qué estamos hablando. ¿Estamos hablando de tomar en cuenta la realidad libidinal, estamos hablando de tomar en cuenta la realidad traumática, estamos tratando de tomar en cuenta la realidad histórica, estamos tratando de tomar en cuenta la realidad social? ¿De qué hablamos cuando decimos tomar en cuenta la realidad? Y lo primero que hay que hacer es fracturar esta idea de una realidad única para un aparato que sería homogéneo, porque el problema del aparato es que no es homogéneo. En la medida en que no es homogéneo, la realidad no puede ser única para el aparato. No es que haya múltiples realidades porque haya múltiples seres humanos. Eso tampoco es así, no es de ahí que estoy partiendo. Estoy partiendo de la idea de que no es lo mismo la realidad para el yo que para el inconsciente o para el superyó, son las instancias con las que voy a tener que diferenciar.
Ustedes saben que Freud plantea, en el modelo del Proyecto, una realidad exterior que es continua, o una continua realidad, pensando en términos, por ejemplo, que después toman las teorías de las catástrofes.
Es una realidad donde no hay saliencia, la realidad en este caso sería algo del orden de lo exterior pero que no tiene saliencias. Vale decir, que se muestra como una suerte de continuo, mientras que desde esa realidad exterior que es un continuo, parten estímulos discontinuos y estos estímulos discontinuos son los que devienen excitación. Con lo cual no es toda la realidad lo que va a tomar en cuenta Freud, sino lo que esa realidad es capaz de incidir en el aparato. Esto me parece que es importante porque abre precisamente la cuestión de lo traumático y de la significación, qué es lo que uno releva cuando tiene que hablar de la realidad para un sujeto psíquico. Es decir, desde dónde un analista puede definir qué es lo real que, de alguna manera, se está jugando o evitando en el discurso. ¿Tiene que ver con lo que uno piensa que es la realidad? ¿Tiene que ver con lo que en otros momentos del discurso ha aparecido como algo significativo para el sujeto? Yo vuelvo acá a lo mismo que planteo respecto a las simbolizaciones de transición. No se puede sino apelar a los discursos emitidos, o al menos a los que sincrónicamente aparecen en la realidad en la que el sujeto está inmerso. Si el sujeto viene como si nada, hoy cuando hay anunciado un huracán, supongamos –yo tengo muy presente lo de los huracanes en este momento por lo del Katrina–, quiero decir que si un paciente llega en medio de un bombardeo permanente de la radio, la televisión y la gente que lo rodea sobre el huracán que se avecina y no habla del huracán, uno podría decir que hay algo que está elidido de la realidad, en la medida en que hay que hacer realmente un esfuerzo para no tenerla en cuenta, sobre todo si hay algo de lo que él está trayendo que intenta de alguna manera escotomizar esa realidad. Lo cual no quiere decir que uno tenga que imponer todas las formas de la realidad que aparecen, pero digamos que yo operaría, para pensar el concepto de realidad en términos de aquello que no ingresa en el discurso analítico, en los discursos previos traídos o en los modos con los cuales la realidad actual aparece bombardeando con información que el sujeto no parece reconocer. Me parece que esta sería la manera de acercar algún orden de realidad cuando está elidida del discurso presente. Pero de todos modos, entonces, se trata de estímulos discontinuos para el aparato. No se trata de la continuidad de la realidad exterior en el espacio interior sino de aquello que precisamente rompe la pregnancia de la vida cotidiana del sujeto.
La realidad exterior no sólo incide en el sujeto, sino que lo constituye
El segundo aspecto es la realidad exterior considerada no solo como que incide sino que constituye al sujeto, esta es otra cuestión, en razón de que introduce modos de permanente desequilibrio y termina en un trabajo de ligazón y evacuación. Como se darán cuenta, estoy pensando en algo que tiene que ver no solamente con un sujeto que se enfrenta a la realidad, sino en un sujeto en el cual la realidad permanentemente instituye formas de procesamiento de aquello que le llega de afuera. Y de los cuales, si uno piensa entre unos y otros motivos, habría que tener en cuenta dos elementos fundamentales de la realidad que son el cuerpo y el otro humano. Cuando digo el otro humano me refiero a lo siguiente: a tener en cuenta en qué etapa de la vida o en qué etapa de la constitución psíquica de un niño, por ejemplo, o en qué etapa de la constitución psíquica adulta, ha incidido un acontecimiento relatado por él o por la familia en el caso de los niños. Vale decir, ¿cuál sería el acontecimiento de lo real que entraría en el psiquismo que no es toda la realidad? Yo he dicho muchas veces que si un papá tiene una relación paralela, extramatrimonial, en el primer año de vida del niño, lo que hay que tener en cuenta es la incidencia emocional angustiante que puede provenir del lado de la madre como exceso durante esa primera etapa, y no la significación moral que tiene que el padre no cumpla la propuesta edípica de quedarse con la madre para ceder el resto de las mujeres. Eso sí podría ser algo traumático a los 6-7 años cuando el niño ha hecho toda una renuncia y entonces se ve confrontado al incumplimiento de la promesa de cesión edípica que el padre debería hacer, porque en realidad que el padre se apropie de otras mujeres es como una traición de la promesa edípica de que se queda con la madre, pero le da el resto a él. En el caso de un padre que tiene relaciones paralelas, o madres que tienen relaciones paralelas, uno podría pensar que es eso lo que más perturba al niño, el hecho de que se ha fracturado la promesa edípica. Pero al mismo tiempo, en el primer año de vida, ustedes saben que si el padre se queda sin trabajo, es la angustia de la madre lo que es traumático para el niño y no que le pongan un pañal de mejor o peor calidad. Lo digo porque, a veces, cuando las mamás se separan, piensan que cuando los maridos las dejan, lo traumático es que ahora no van a poder darle el estilo de vida que tenía antes y, entonces, es patético, “lo mal que está el nene porque ahora no puede ir a Disney”. Pero lo que quiero decir con esto es que hay que tener en cuenta qué tipo de realidad es la que es capaz de incidir en cada momento y bajo qué formas. Y esto alude a la realidad libidinal, que quiere decir realidad que determina significaciones en las cuales quedan implicados el sujeto y el objeto. Entonces vuelvo a los dos tipos de cuestiones, una realidad exterior que se manifiesta en forma discontinua por la fractura, más, surge una idea que es la siguiente: el silencio que hay en el campo antes de una tormenta, que es muy llamativo porque los pajaritos dejan de cantar y los animales dejan de hacer ruido, ese cese de ruido toma un carácter traumático para el conocedor, una saliencia frente a la pregnancia del sonido. Lo mismo ocurriría si nos quedáramos sin combustible y la ciudad dejara de tener ruido. No necesariamente una pregnancia es un exceso de algo sino que puede ser precisamente la falta de un elemento que marca que el exceso puede producirse, yo les diría que es como la ausencia de la madre ante la angustia del desborde de un requerimiento libidinal. Lo que angustia es que si el objeto no está, el sujeto queda librado a sus propias posibilidades de sobrevivir. Si nosotros cuando –yo no sé si a ustedes les pasó– en 2001-2002, con la crisis brutal que teníamos, para mí el ruido de un edificio en construcción cerca de mi casa, era no traumático sino todo lo contrario, yo lo sentía como un ruido agradable, porque el silencio era muy preocupante porque significaba toda la parálisis laboral del país. Con lo cual, mientras todo el mundo me preguntaba cómo aguantaba ese ruido, yo lo vivía como placentero.
Entonces vuelvo, realidad libidinal quiere decir significada por el sujeto en términos de algo que afecta de alguna manera su forma de posicionarse frente al objeto y ante sí mismo. Por un lado la forma con la que Freud alude a lo continuo y lo discontinuo y, por otra parte, al carácter desequilibrante de lo traumático y, al mismo tiempo, la producción de enriquecimiento que impone. Si el sujeto no está sometido a modalidades cambiantes de situaciones traumáticas, queda como una suerte de achanchamiento, digamos, de una paz poco productiva. Otra cuestión: realidad exterior que opera bajo dos formas, una que es significada o significable. Es decir, no solamente significada sino significable, vale decir que aunque no sepamos qué es, la podemos cercar de algún modo, realidad que es no significada, no capturable, exterior a la subjetividad y que solo el discurso producido permite su captura. Esto es muy interesante porque la realidad no significable es del orden de lo traumático. Precisamente, lo traumático está en el borde entre lo significable y lo no significable. Lo que escapa a lo traumático es lo no significable, pero si no hubiera un orden de significación que bordea a lo traumático no sería traumático. Es precisamente el hecho de estar en el borde lo que constituye lo traumático. El caso de los psicóticos, como lo he visto en México en el terremoto4, que no lo registraron.
Relación de las instancias psíquicas con la realidad
El segundo punto: una vez ubicada esta diferenciación entre realidad exterior que incide, realidad exterior que instituye o constituye, realidad exterior significable, realidad exterior no significable, el otro punto es la relación de cada instancia con la realidad.
La relación del inconsciente con la realidad es el primer punto que me parece importante. Relación con la realidad en los primeros tiempos de la vida, cuando uno podría decir que no está hablando del inconsciente, sino del psiquismo en sentido extenso, de primeras representaciones, de primeros equilibrios y desequilibrios de fuerzas, inscripciones y transcripciones antes del ordenamiento entre inconsciente y preconsciente, como realidad productiva. Ensamblaje entre la realidad exterior del cuerpo y la del otro humano que, con su operatoria en la resolución de la necesidad, genera las condiciones del propio placer que da origen al campo representacional. Vale decir, el problema no es la relación con la realidad exterior, sino con un tipo de realidad que produce el pasaje de la naturaleza al sujeto, en sentido estricto. Y no voy a decir de la naturaleza a la cultura, porque acá de lo que se trata no es del pasaje a la cultura en general, sino del sujeto libidinal, que inclusive puede no ser socializable. Si uno dice, pasaje de naturaleza a cultura, da por sentado que el sujeto que se produce es un sujeto de cultura. No, es un sujeto efecto de la intervención de la cultura pero no es un sujeto de cultura todavía, porque la cantidad de niños que han sido libidinizados pero no subjetivados da cuenta de que ahí no hay pasaje de la naturaleza a la cultura, sino un aspecto de cultura que no permite la inclusión en la cultura ni una subjetivación organizante. Pero digamos que en los primeros tiempos, entonces, la relación con lo externo de la realidad está dada por la función libidinizante de la realidad, no está dada por ningún otro tipo de estímulo. Ustedes pongan a un chico a hacer reacciones circulares y no lo toquen y van a sacar un cobayo, no un niño. Entonces, lo que me importa es que se trata de una realidad privilegiada que es la realidad libidinal. Esto es importante para cuando debatimos el problema de la estimulación precoz. ¿Qué quiere decir estimulación precoz? Las técnicas cognitivistas, por supuesto, y todo lo que se plantea respecto a los procesos de subjetivación y desubjetivación en los primeros tiempos de la vida, donde el problema del objeto como objeto de la realidad exterior constituyente tiene que ver con la producción desequilibrante de la libido respecto de la naturaleza y no con cualquier tipo de realidad. Entonces más allá de que sea muy interesante la estimulación que se produce en la primera infancia con los bebés y que los demás ejercen, que es indudablemente una estimulación guiada por algo del orden narcisístico, vale decir deseo de tener un bebé inteligente, despierto y demás, lo que lo vuelve loco no es el exceso de estímulo, sino en algunos casos que esa estimulación no esté dada en el marco de una excitación libidinal, que esté dado al modo del entrenamiento de un cobayo. Lo que vuelve loco a un chico no es el exceso de estimulación sino la ausencia de estimulación específica, la falta de reconocimiento. Entonces uno lo puede poner a hacer todos los colores, a hacer todas las boludeces que ustedes quieran en los primeros tiempos, sacar todos los trapitos, todas esas huevadas que son del orden de la cultura, que están bien siempre y cuando haya un adulto que lo haga amorosamente, si no, no sirve para nada.
Entonces vuelvo a la realidad necesaria en estos primeros tiempos que es la realidad libidinal y no cualquier realidad. Entonces, que el padre se quede sin trabajo, que la madre sea jefa de hogar o no sea jefa de hogar, lo que nos interesa de esto es la forma en que esto incide en la subjetividad parental para producir modos de libidinización. Si la madre está deprimida, si el padre no está bien por algo que le ocurre, esto va a incidir en los modos libidinales con que se vincule y hay que encontrar, de la manera más cercana a lo real, el modo con el cual esto se inscribe. Además, tener en cuenta que eso que se inscribe no tiene que ver con la representación social que el adulto tiene de aquello que le está ocurriendo. No es porque el papá se quedó sin trabajo que el niño se deprimió en los primeros tiempos de la vida, o porque la mamá tenía a su abuelita enferma: la abuelita estaba enferma, la mamá estaba deprimida, entonces no tenía libido disponible, erógena, para libidinizar al bebé, con lo cual no es que el bebé tuvo un duelo precoz porque la madre estaba preocupada por la abuelita. Quiero decir con esto que tengamos en cuenta las formas específicas del real incidente en los primeros tiempos de la vida para que podamos pensar de una manera que sea lo más cercana a la realidad libidinal del bebé y a la realidad representacional.(...)
* Clase del 26 de septiembre de 2005.
1. S. Bleichmar, La subjetividad en riesgo, Buenos Aires, Topía, 2005
2. S. Freud, Esquema del psicoanálisis, en Obras completas, vol. XXIII, Buenos Aires, Amorrortu, 1978.
3. S. Freud, Proyecto de psicología, ob. cit.
4. Se refiere al terremoto acontecido en México, el 16 de septiembre de 1985, de una intensidad de 8,5 en la escala de Richter. El libro de Silvia Bleichmar, Psicoanálisis extramuros. Puesta a prueba frente a lo traumático, Buenos Aires, Entreideas, 2011, da cuenta del trabajo realizado por la autora en aquellas circunstancias.
HALLAZGOS POSTUMOS DE SILVIA BLEICHMAR
Amor, erotismo, vergüenza y pudor
Silvia Bleichmar –en un seminario cuyas clases fueron recientemente publicadas– habla de lo amoroso y de lo erótico; de cómo la ida y vuelta entre homosexualidad y heterosexualidad es más frecuente en las mujeres que en los hombres; habla de cómo los transexuales rechazan la homosexualidad; habla de las “elecciones sufrientes”, de la vergüenza, el pudor y el goce.

En un ser humano puede instalarse lo sexual sin lo amoroso, pero es imposible que se instale lo amoroso si no se ha instalado lo sexual. Es decir, si no se ha instalado alguna forma de anclaje en el objeto que después pueda tomar un camino desexualizado o sublimado en relación con el amor. El otro problema de lo amoroso en psicoanálisis es la superposición permanente entre el amor, en el sentido amplio, como relación simbólica oblativa hacia el objeto –en el sentido de toma en consideración del objeto– y la relación erótica. Más aún, no sólo están superpuestos sino, en algunos casos, confundidos. En muchos momentos Freud habla de amor a un objeto cuando se trata de erotización del objeto. Incluso en el caso Hans (“Juanito”), habla del amor al padre cuando lo que hay es una corriente erótica hacia el padre. La corriente erótica hacia el padre no es precisamente la que produce los mejores sentimientos hacia el objeto. Amor y erotismo son dos corrientes distintas de la vida psíquica, que pueden o no entrar en confluencia pero que, en última instancia, no pueden ser superpuestas, aun cuando puedan reunirse en la relación de objeto.
Ir y volver
En las mujeres a veces aparece, como un efecto de la frustración libidinal con el hombre, el volcarse a otra mujer. He visto una paciente seducida por otra mujer en una crisis de angustia máxima: ella, que había sido siempre heterosexual, en su soledad estaba muy capturada por la posibilidad de una relación amorosa muy intensa y de mucha garantía como la que esa mujer le ofrecía. En el caso de los hombres, nunca vi esto. Los hombres que he visto asumirse como homosexuales lograron hacer un coming out o decidieron que ya no podían seguir sosteniendo una doble vida. No he visto ningún hombre que pase de la heterosexualidad a la homosexualidad. Ese tránsito nunca lo he visto en un hombre; lo he visto en mujeres, y es más, he visto ir y volver. He visto mujeres tener hijos y después hacerse homosexuales, o al revés. Una paciente que atendí en México, homosexual, que estuvo en pareja lésbica muchos años, cuando llegó a la menopausia me dijo: “Creo que ahora podría tener una relación con un hombre. Me dio horror toda la vida pensar que podía llevar algo en mi vientre que fuera extraño”. En una cultura como aquélla, donde pareja y maternidad estaban totalmente soldadas, la homosexualidad era para ella una garantía frente a la angustia de embarazo.
Pero en los hombres, cuando aparece que “se hizo homosexual”, en realidad es una asunción de algo previo, que ya venía organizándose. Son en general casos en los que el hombre se ha rehusado a sí mismo durante años el derecho a un deseo que de repente asume. Entonces, no hay tránsito. Sí en la mujer. En la mujer lo he visto mucho. Incluso en pacientes no homosexuales, episodios de homosexualidad, sobre todo en mujeres que han pasado por situaciones de colegios o por angustias extremas de soledad. De niñas se han sentido muy abandonadas o muy solas y establecieron con otra niña una relación materna. Y en esa relación materna la erogeneidad ocupa un lugar muy importante, porque, en última instancia, la relación con el cuerpo materno es erógena, mientras que la relación con el padre es simbólica.
Elección sufriente
Una paciente, de 23 años, se cuestiona lo que cree su posesividad con el objeto. Es una chica que requiere muchos reaseguros del objeto, ya que siente que le fallaron en la primera infancia. Hemos ido viendo de qué manera se produjo esto. Ella requiere muchas garantías pero establece una relación con un fóbico que constantemente elude la posibilidad del compromiso y la garantía. Yo le digo: “El problema es que ustedes tienen aspectos neuróticos incompatibles, porque él es un fóbico y vos querés alguien que te dé garantías. Pero como venís fijada a la idea de que quien te dé garantías debe ser alguien que alguna vez no te las dio, para lograr modificarlo, entonces estás adherida a una relación con alguien que parece que no te las puede dar”. Hay una forma de enlace con un objeto que no da garantías: que tiene un elemento de repetición, relacionado con buscar en un objeto algo que no se logró con el objeto originario. Y éste es, diría, el nudo de las elecciones neuróticas. Una elección sufriente en la cual el sujeto no renuncia a modificar algo del pasado en el objeto presente o futuro.
Virilizar
Freud plantea que los homosexuales hombres han experimentado una fijación particularmente fuerte a la madre, idea que Lacan se dedicó a ubicar como central en la homosexualidad, ligando esto al concepto de madre fálica. Desde mi punto de vista, no es así en modo alguno. He hablado muchas veces sobre casos de homosexuales que detestan a sus madres: parte de su conflicto con las mujeres tiene que ver con la imposibilidad de establecer una relación menos brutal y menos terrible con la madre. La teoría lacaniana se ha sostenido en la idea de que la homosexualidad masculina es el efecto de una captura por una relación amorosa idealizada con la madre. No es así. Hay casos donde esto se da, pero no en todos. Hemos visto cantidad de casos de jóvenes homosexuales que van a la búsqueda de un padre protector o de una relación con un hombre que los termine de virilizar. La idea de que es la idealización y el amor por la madre lo que conduce a la homosexualidad masculina me parece estrecha e insostenible. Además, cierra las posibilidades de pensar, realmente, sobre la constitución de la sexualidad masculina.
No homosexual
El sujeto o la persona que se plantea la transexualidad establece las mismas premisas que cualquier heterosexual. Lo interesante del transexualismo es en general la renuncia a aquello que se vincula con el sexo biológico de partida, y la represión de todo lo que podría ser homosexual. Por ejemplo, un chico que se ha convertido en mujer o que quiere ser mujer siente que su deseo por una mujer es del orden de lo prohibido; lo que quiere es enamorarse de un hombre. La pregunta es si esto corresponde al orden de la heterosexualidad o de la homosexualidad. Desde el punto de vista biológico, es homosexual. Desde el punto de vista psíquico, es heterosexual. Va a reprimir entonces todo lo que lo lleve a desear aspectos de una mujer; y no quiere armar pareja con otra mujer transexual, quiere armar pareja con un varón.
Entonces, si uno lo mira del lado de la biología, hay homosexualidad; pero del lado de la constitución psicosexual, hay heterosexualidad, en la medida en que el sujeto es una mujer, una vez que se ha constituido, y renuncia a todo lo que se relaciona con la homosexualidad. Por eso nunca podría enamorarse de otra mujer.
Nene travesti
¿Qué ocurre cuando tenemos consultas por travestismo o transexualismo en niños pequeños? La pregunta es: qué estructura de base hay y en qué momento de la constitución psíquica está el niño. Porque esto va a determinar la operatoria a realizar, la dirección del proceso. Recuerdo un niño sobre el que me consultaron porque tenía una profunda fascinación por su madre y hermanas y tendía a vestirse de mujer, se ponía la ropa de las hermanas y demás. Cuando me consultan, yo propongo un tratamiento para el niño porque pienso que hay una falla en cómo se ha producido la organización narcisística. Los padres me ofrecen venir ellos al tratamiento en lugar de traer al niño. En realidad, bajo este modo de ofrecerse ellos me sustraen al niño, con el argumento de modificar algo a través de ellos. En realidad se trata de un engaño, porque resulta una repetición de la imposibilidad de la madre de ceder a este niño. Les propuse hacer una entrevista para modificar esta idea: les dije entonces que creía que no habría posibilidad de transformación si no se hacía el tratamiento en el niño. Poco después, los padres vienen muy contentos porque el niño ahora hace todo lo que hace el padre. Juega tenis con el padre, se afeita igual que el padre. Lo que hace es una impronta mimética del padre, que vuelve a representar, en superficie, lo mismo que la identificación primaria fallida con la madre. La necesidad de ponerse la ropa femenina es sustituida por una mímesis de las acciones del padre y no por una verdadera identificación: la estructura no se modifica.
Dios con papá
En un debate entre una señora y su pequeño hijo sobre la existencia o no de Dios, cuando ya la madre tuvo que apelar al argumento positivista para explicar al niño que Dios no existe, le dijo: “¿Alguien alguna vez lo vio?”. El niño le contestó: “No, porque vive en Chile con el papá”. Esta respuesta indica que el recurso a la percepción no funciona y que en el orden de la creencia la percepción nunca ha sido garantía de nada. ¿Conocen el chiste del señor que echa spray para ahuyentar elefantes y le dicen “estás loco, si acá no hay ningún elefante” y él contesta “claro, porque yo echo spray todos los días”? Alguien nos decía de un paciente que estaba medicado con antipsicóticos pero agregó: “Yo no sé por qué está tan medicado con antipsicóticos si no está psicótico”. Claro, no está psicótico porque toma antipsicóticos: el problema es si uno les está dando spray a los elefantes imaginarios o si realmente hay elefantes. Esto constituye un debate, que en el caso del paciente psicótico es muy simple: el día que le saquen los antipsicóticos y se brote, va a quedar claro que no era que no estaba psicótico. Pero no hay por qué pagar costos tan altos. Para eso está el pensamiento científico: para detectar, como decía Bachelard, aquello que no es del orden de la percepción o de la evidencia inmediata. El proceso de conocimiento ha sido construido contra la evidencia inmediata y no por la evidencia inmediata. El ejemplo que hemos estudiado de chiquitos sobre la rotación solar y la deconstrucción de la idea de que es el Sol el que gira, se vincula con la deconstrucción de la percepción como fuente misma del conocimiento.
Formas de goce
Atiendo a un joven con una serie de dificultades con su sexualidad y déficit en la constitución del superyó, por una falla en la identificación paterna, una ausencia de padre, no desde el punto de vista factual sino desde el punto de vista de inscripción; una captura por las mujeres de la familia que lo llevó a plantearse cuestiones muy angustiosas respecto de su identidad sexual. Es un muchacho muy limitado en sus intercambios con el mundo, goza de muy poca libertad para sus intercambios sociales. Vive acuciado por la angustia de que se detecten sus fantasmas homosexuales o sus dificultades con el otro. Esto lo limita enormemente en sus relaciones sociales y con amigos y compañeros. El siente atracción por las mujeres, pero con mucha dificultad en el encuentro genital. En el último tiempo tuvo relaciones con una chica que le gusta mucho pero no ha podido tener orgasmo y eyacular en el interior de ella. Pudo hacerlo pero externamente, sobre los pechos de la mujer. Aparece una fijeza, una forma de goce que tiende a coagularse. Y él se plantea por qué esta forma sería peor que otras: “Bueno, hay mujeres a las que les gusta”, me dice. Le digo: “Sí, supongamos que es así, pero es un porcentaje pequeño. Lo que vos me estás diciendo es que tenés que restringir tu vida sexual a una forma que te limita totalmente en tus posibilidades de elección, porque tenés que elegir una compañera, no por lo que ella representa para vos como persona, sino por lo que ella pueda aceptar de una forma de goce que a vos se te impone por tus propias dificultades”. Le explico a mi paciente que él no puede ir por la vida buscando una mujer a la que le guste que le eyaculen en los pechos; tiene que buscar una mujer que le guste a él, y después verá cómo encuentra una forma armoniosa de sentir placer con ella y ella con él. Pero la fijeza compulsiva cercena la posibilidad de elección, porque captura toda la vida psíquica alrededor de una forma de goce.
Patovicas
Si hay algo totalmente patético son los cuerpos perfectos de los “patovicas”, cuerpos para ser mirados. Ese cuerpo no puede ser empleado para ninguna otra función que no sea la de ser visto. Allí hay una renuncia a la relación erótica con el cuerpo por el placer de la imagen. Se ha hablado mucho de las histerias, pero no se habla de estas formas del narcisismo masculino que están hoy tan extendidas, incluyendo el uso de anabólicos para producir hinchazón, una forma espuria de completamiento del cuerpo, en este caso no con siliconas sino con drogas de ingesta.
Etapas
Hacia los cinco años ya sabemos si sorteamos el autismo o la psicosis simbiótica. A los 25 estamos más o menos salvados de la esquizofrenia, pero no de la paranoia. Después vienen los aneurismas y finalmente los delirios sistematizados. Entonces, cada vez que uno cumple una década se va salvando de algo. Finalmente vienen las demencias involutivas, pero ya uno no se da cuenta, lo que en definitiva es una bendición. Cada etapa de la vida tiene su karma.
Vergüenza y pudor
La vergüenza y el pudor son dos cosas distintas y se dan en tiempos distintos. En los primeros tiempos, los primeros sentimientos tienen que ver con el pudor, no con la vergüenza. Quiere decir que se relacionan muy directamente con la cuestión del cuerpo, donde el pudor está planteado en términos de lo no mostrable. En el pudor, generalmente algo está oculto de la mirada del otro. Si el cuerpo debe ser púdicamente velado a la mirada del otro, es porque en nuestra cultura su exhibición es convocatoria sexual, y en tanto tal impone la vergüenza por el fantasma del que da cuenta. La vergüenza ya es una forma intersubjetivada del pudor.Yo guardaría el concepto de pudor para lo que tiene que ver con la mostración del cuerpo y para lo que tiene que ver con la pulsión, “hacerse encima”, en fin.
En la película Alguien tiene que ceder, Diane Keaton ridiculiza a Jack Nicholson cuando él, internado por un presunto infarto, se muestra con la bata de internación con la cola al aire. Esto hace a la desubjetivación del cuerpo en la medicina: la forma en que el cuerpo queda expuesto, el sentimiento de pudor que esto produce.
Reservaría la idea de vergüenza para algo en que, por un lado, la mirada del otro está intrasubjetivada o forma parte de lo intrasubjetivo; y por otra parte concierne también a aspectos morales, relaciones, formas de legalidad, no sólo prohibiciones básicas. La vergüenza puede tener una cara en la problemática moral. Se puede sentir vergüenza de haber transgredido una ley, de haber hecho un acto incorrecto. Lo cual es distinto a sentir culpa por haber realizado ese acto. Hay culturas de la culpa y culturas de la vergüenza. Bajo la impronta judeocristiana, en Occidente hubo un predominio de la culpa sobre la vergüenza, pero en el neoliberalismo actual predomina la vergüenza sobre la culpa. El eje de la vergüenza aparece hoy como un eje central del sujeto.
Uno pregunta siempre por el manejo del pudor en los niños, sobre todo cuando tiene dudas de que esté bien constituido. Porque tiene que ver con la propiedad sobre el cuerpo. La apropiación del cuerpo se manifiesta en un velarlo a la mirada del otro. El pudor es la primera forma de apropiación del cuerpo. Esto marca no sólo la relación entre el cuerpo y el yo, sino además la función del pudor como momento de diferenciación con el otro: como momento, en la infancia, en el que el propio cuerpo ha dejado de ser propiedad de la madre.
En el caso de la vergüenza, puede ocurrir que un niño haga una acción indebida y no quiera ser visto por el otro. Ahí aparece la vergüenza. La misma acción puede llevar a la vergüenza o a la culpa, y es muy importante tener esto en cuenta, ya que la vergüenza es por amor del yo y la culpa es por amor del objeto. Supongamos que un chico no quiere mostrar una mala calificación. Puede ser para no ser regañado, puede ser para no sufrir un desmedro narcisístico. Y puede ser, también, para no producir un dolor al otro. No es lo mismo, aun cuando fenoménicamente sea la misma acción.
* Psicoanalista argentina fallecida en 2007. Texto extractado de Las teorías sexuales en psicoanálisis, póstumo, de reciente aparición, basado en seminarios dictados por la autora (ed. Paidós).
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