No renuncies a pensar por vos mismo!
"Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico"
http://m.lacapital.com.ar/educacion/las-neurociencias-van-contra-del-pensamiento-critico-n1386456.html
La psicoanalista y profesora de la UBA Nora Merlin advierte sobre esta moda que invade a las escuelas.
Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico", se planta la psicoanalista y profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Nora Merlin, sobre esta moda que invade las aulas argentinas. Asegura que la intención que persiguen es borrar las singularidades humanas, uniformar y disciplinar conductas. Y que detrás de todo está el mercado de los medicamentos.
Desde hace buen rato las neurociencias vienen pujando por un lugar en las escuelas. La intención se oficializó el año pasado cuando el Ministerio de Educación y Deportes de la Nación firmó un convenio con la Fundación del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco, que preside el neurólogo Facundo Manes) para crear el Laboratorio de Neurociencias y Educación, que —según sus impulsores— promueve la articulación entre unas y otra "con el fin de potenciar los procesos de enseñanza y aprendizaje a partir del conocimiento acerca de cómo funciona el cerebro".
Merlin invita a desandar en forma didáctica aquella afirmación que hoy circula como verdad y panacea a distintos males. "Las neurociencias son disciplinas que estudian el sistema nervioso y pretenden explicar la conducta y el padecimiento mental según bases biológicas. Los psicoanalistas pensamos que son un anacronismo, porque el aprendizaje, la afectividad pasan por otro carril, no responden a la lógica de la neurona", sostiene quien también trabajó con Ernesto Laclau, es profesora de psicoanálisis en la UBA y magíster en ciencia política. Su trabajo de investigación lo desarrolla alrededor de la articulación de política y psicoanálisis, de los temas de cultura y medios. También es autora de Populismo y Psicoanálisis (Letra Viva).
Insiste que lo que hoy se presenta como una innovación en ciencia es en realidad un anacronismo. En 1895 Sigmund Freud, siendo neurólogo, considera que esa disciplina no le servía para explicar lo psíquico: "Lo que hoy venden como la novedad quedó desterrado en 1895. Es como dice la canción de Silvio Rodríguez «Un servidor de pasado en copa nueva»". Freud enseña que el cuerpo psicológico no coincide con el orgánico, y que la palabra importa cuando se habla de salud y enfermedad.
La autora llama la atención sobre el momento político, económico, de época en que las neurociencias irrumpen la cultura y la educación, la vida cotidiana de las personas: "El neoliberalismo avanza tomando toda la cultura, estableciendo un criterio sobre qué es normal y qué es patológico. Esos criterios de normalidad, salud y enfermedad están determinados por los departamentos de marketing de los laboratorios (farmacéuticos), una de las industrias que mueven el mundo. Criterios que se difunden luego por los medios de comunicación y por todos los aparatos de imposición simbólica. Se crean necesidades, se instalan determinadas patologías y definen los síntomas que incluyen".
Estas imposiciones del mercado de los laboratorios —describe— vienen acompañadas por grandes movidas publicitarias que consisten en apadrinar congresos, viajes, capacitaciones, publicaciones y hasta campañas de prevención. "Todo un aparato preparado para imponer determinado medicamento. Para eso primero necesitan desarrollar enfermedades. Es fácil deducir que vamos a obtener como resultado una cultura cada vez más medicalizada".
Merlin menciona como enfermedades "de moda", impuestas por ese mercado, el ataque de pánico y el trastorno bipolar en los adultos. Y en los más pequeños el famoso TDH: el trastorno de déficit de atención por hiperactividad. "En 1895 Freud llamó al ataque de pánico neurosis de angustia. Es decir, todos los síntomas que aparecen hoy como ataques de pánico ya los describió Freud, no son una novedad. La diferencia es que ahora vienen medicalizados", repasa la psicoanalista de la UBA para remarcar que a esa depresión manifestada por una persona se le pone una mordaza química. "Esa persona va a tener dos problemas: va a seguir con la angustia y tendrá que resolver la dependencia al psicofármaco. En lugar de escuchar lo que se manifiesta en el cuerpo con sudoración o taquicardia (por ejemplo) se le da un medicamento y se quita la oportunidad de expresar en palabras ese sufrimiento".
"Las neurociencias quieren borrar las historias, la afectividad y entonces hablan solamente de una lógica cerebral. Claro que hay una lógica cerebral, pero la neurona no coincide con el sufrimiento humano", subraya.
Chicos con "trastornos"
Los niños y las niñas en edad escolar no escapan a esta lógica de salud y enfermedad motorizada por el mercado. Es corriente escuchar a docentes y familias hablar de chicos que no aprenden o tienen problemas de conducta por padecer déficit de atención. La derivación y la medicalización es lo que sigue a estas rotulaciones.
Nora Merlin menciona al TDH como la enfermedad que está a la orden del día. "Quienes impulsan estas patologías incluyen como déficit lo que son características propias de los niños: si un niño se mueve se afirma que tiene déficit de atención, cuando son características propias de la infancia. Qué niño no se mueve, no es activo. A eso las neurociencias lo transforman en un trastorno neurobiológico, en un desorden del cerebro. Y no solo eso sino que piden hacer un diagnóstico temprano para determinar si esos síntomas se presentan con una frecuencia superior a lo normal. Ahora ¿cuál es el límite si un chico se mueve mucho? ¿Quién dice qué es lo normal? Ellos. ¿Qué hacen con esto? Medican. Hay muchísimos niños medicados por un supuesto trastorno que en la mayoría de los casos no existe. Uno de los mayores éxitos de la cultura neoliberal es haber instalado la creencia de una supuesta normalidad psíquica que se debe alcanzar, donde una vía para lograrlo es la medicalización".
—¿Cómo se manifiesta esta situación en el día a día en las escuelas
—Hay toda una bajada de línea a los docentes quienes se ponen a estudiar neurofisiología y tratan de homologar la lógica de que si un chico tiene problemas de atención hay que derivarlo al neurólogo. Muchas veces lo hacen de buena fe. Pero cada niño tiene su tiempo de aprendizaje. Hay momentos singulares para cada niño que hay que respetar. No se puede sostener que porque los chicos se mueven tienen déficit de atención o un trastorno. Son desafíos para los docentes, porque estamos ante un problema muy serio en la cultura, donde se busca medicalizar. Una cultura que tiende al no respeto por la diferencia, más bien a una supuesta normalidad, y los que no están ahí es porque les falla algo en la sinapsis neuronal que hay que resolver con medicación.
—Ante este bombardeo de "neurociencias y educación" ¿qué preguntas debiera hacerse una docente?
—¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Por qué el ideal de una supuesta normalidad y uniformidad? ¿Por qué todos los niños deben responder a determinada cifra, ser cuantificados? ¿Y por qué abandonar la singularidad y la diferencia si los niños no son iguales, todos tienen su propia historia? La afectividad es el motor del aprendizaje: si un niño está triste, tiene inhibiciones, seguramente no va a poder aprender. Ahora, eso no responde a una lógica neuronal. Seguramente hay repercusiones en el cerebro, pero eso no significa que el cerebro sea la causa de su tristeza. Los docentes no son pasivos receptores, y porque viene una resolución "de arriba" hay que someterse. Tienen responsabilidad en sus actos. Un docente debe preguntarse por su acto. Hay que deconstruir entonces todos estos mensajes comunicacionales.
—Las neurociencias promueven entonces un pensamiento uniforme.
—Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico. Hay que someterse a determinada medida y supuesta normalidad, quienes no se someten a eso les caben las patologías. El objetivo es promover un pensamiento ahistórico, eliminar la política, la subjetividad, la singularidad y convertir una masa de gente medicalizada, uniforme, adaptada, disciplinada. Ese es el verdadero objetivo.
Marcela Isaías
https://www.pagina12.com.ar/45598-la-desaparicion-del-psicoanalisis-un-deseo-de-muerte
A propósito del auge de las neurociencias
La “desaparición del psicoanálisis”, un deseo de muerte
Aunque el postulado no es nuevo, ahora se plantea la muerte del psicoanálisis desde las neurociencias que, mal aplicadas al ámbito de lo psíquico, proponen un rastreo HD de los fenómenos psíquicos así como su manipulación. Pero los postulados de Freud siguen vivos aún para desenmascarar esos procedimientos, incluso en sus formas más veladas.
A nuestros pacientes, que día a día verifican y se sostienen de una práctica viva.
“Se trata del advenimiento, correlativo a la universalización del sujeto procedente de la ciencia, del fenómeno fundamental cuya erupción puso en evidencia el campo de concentración”.
Lacan
Las resistencias son inherentes al psicoanálisis y nacen con él. Fuera y dentro del movimiento, nada mejor que leer a Freud para asistir a su modo de combatir las propias. Comparado con ello, lo demás aburrirá.
Desde sus comienzos y cada tanto aparecen viejas alternativas diagnósticas y terapéuticas travestidas de novedades que bombardean el llamado “mundo intelectual” o “científico” y se plasman en algún éxito editorial destinado al olvido.
¿Verdad que mientes cuando hablas?
Que la verdad tiene estructura de ficción es un relevamiento que toma Freud de su clínica y al que denomina realidad psíquica.
Por su parte, la antropología y la historia han dado valor de verdad al mito. La eficacia simbólica no la inventó el psicoanálisis sino el lenguaje, cuestión que Levi Strauss verifica, ni en Francia ni en Argentina, sino en tribus del Amazonas.
La verdad absoluta no es problema de la ciencia sino de algunas religiones y filosofías que aspiran a dicho ideal.
Freud se formó como científico y habló el lenguaje de la época. Su brújula fue aunar la ética a dicha ciencia. Inventó un camino propio sostenido gracias a un incansable espíritu crítico y vigilante de su práctica. Su genio hizo de los tropiezos un campo fértil para la invención y no meros obstáculos a eliminar.
La paradoja del argumento
Alejandro Magno caminó de la mano de Aristóteles para formalizar las razones y necesidad de su imperio. La historia hoy ya no se repite en forma de farsa sino de patetismo. Hoy la indigente elite intelectual va detrás de los gobernantes con la bandeja de café y una mano lista para sostenerles el abrigo.
Hace algunos años dos dinamarqueses publicaron “La desaparición del psicoanálisis”, texto ensayo donde desplegaban la crítica al método psicoanalítico, así como sus precarias lecturas de Freud. Comparada con las críticas actuales aquellas eran menos perniciosas porque intentaban discutir el marco teórico y los fundamentos, y carecían del campo de aplicación – exclusivamente económico– de las pseudo teorías actuales.
De todos modos, los intentos de desentenderse de la variables del goce y el deseo se basan en las mismas viejas críticas.
En aquel momento, Mr. B. Jacobsen decía que Freud habría forzado la empiria para justificar la teoría. De ser así, no la hubiera inventado ni corregido hasta el final, como lo hizo. La otra objeción –que contradice la primera– es que Freud cambiaba la teoría según la experiencia de la clínica.
Se acusa a Freud de una cosa y de su opuesto: de forzar la teoría para explicar el fenómeno y de cambiar la teoría cuando así lo imponían sus descubrimientos. La objeción entonces, no se dirige al qué sino al quién.
Freud y su herencia analítica que hasta la actualidad se niega a la aniquilación de lo subjetivo y particular.
Hay algo que sin duda hubiera incomodado menos a los detractores del psicoanálisis es que Freud no hubiera existido o bien que hubiera deslizado su descubrimiento bajo la alfombra.
El alarido parece decir: ¡Estábamos tan bien sin inconsciente, cuando éramos amos y señores de nuestro ser! Sí, también estábamos tan cómodos como equivocados cuando creíamos que el sistema planetario giraba alrededor de la Tierra.
Hacer de Freud un manipulador, de Lacan un amo y de Anna O un mito como se dijo en aquel momento es más una defensa que un ataque al psicoanálisis, ya que verifica lo que el psicoanálisis postula sobre el ideal de autonomía del yo y del afecto llamado angustia frente a su inconsistencia.
Esta objeción muestra que la pasión que orienta estas críticas no es la cientificidad sino la ignorancia como modo de desentenderse de la existencia de aquello que perturba.
El argumento de verificación de lo “verdaderamente acontecido” sobre el que se apoyan estas críticas es en el mejor de los casos de una puerilidad abrumadora ya que ni la física ni la matemática resistirían la prueba de verdad aludida.
Lo que molesta no es Freud sino el advenimiento del sujeto de la modernidad, que Freud formaliza y subvierte. Como vemos, también se podrá poner a Descartes en la serie de franceses sospechosos.
En la actualidad la definición de lo oculto es todo lo que subyace al cráneo y detectable por resonadores de los que ya se ha comprobado su inutilidad.
Las neurociencias mal aplicadas al ámbito de lo psíquico proponen un rastreo HD de los fenómenos psíquicos así como su manipulación.
Uno de sus iluminados explicaba que las mentes “fuertes” podrán tener el control del resto vía bluetoth.
Si no fuera porque todo ello deja abierta una interesante vía de manipulación de voluntades al servicio de operadores de la economía, sería un delirio más que didáctico para una presentación de enfermos.
Hacer público lo privado o las prácticas de la obscenidad
Arremetiendo contra la confidencialidad de la práctica analítica, nuestros encolerizados críticos añoran las épocas donde la observación pública reemplazaba a la escucha privada.
“¡¿Ni siquiera otro psicoanalista puede asistir a una sesión privada?!”
O bien contra lo que constituye el principio fundamental de la práctica, transformado en crítica: “Para Freud, el único modo de formarse era ponerse él mismo en el diván”.
No fisgonear por la cerradura el caso de otro es al parecer un obstáculo y no una virtud del psicoanálisis.
Como el obsesivo enojado que abre una y otra vez la puerta de la heladera para ver la luz apagada, el antipsicoanálisis choca contra lo imposible que carga, como el neurótico, a la cuenta de la impericia del Otro.
Tomar medidas
De todos modos, los pastores de la objetividad pueden dormir tranquilos ya que la historia ha demostrado, si bien no eliminar, reducir a un mínimo la variable subjetiva.
Hubo –de hecho hay–, experimentos “válidos y confiables” en disciplinas de reeducación que cuentan con métodos de medición precisa. Pautados por protocolos estandarizados y seguidos a rajatabla por todos sus operadores por igual, obtienen resultados predecibles. Resultan de extraordinaria utilidad para la obtención de los más recónditos datos sobre la vida de las personas y logran la tan anhelada exposición pública y sin tapujos de sus casos.
Los campos de aplicación que mejor han demostrado la operatividad de estas técnicas han sido Auschwitz, Birkenau, Terentzingstaad, los Gulags y Guantánamo, entre otros.
Cabe destacar que también ofrecen datos relevantes sobre la psicología de los operadores en lo que a sometimiento a la autoridad de los que indican realizar estos procedimientos.
Ciertas técnicas de evaluación que hoy se nos proponen como novedosas evocan sin embargo aquellos modelos, vigentes hoy, en países desde los cuales se alzan exigencias de que el psicoanálisis demuestre su cientificidad.
El psicoanálisis es molesto y disfuncional a estos patterns, pero de haber desaparecido, nada se le exigiría. En su defecto lo encontramos más vivo aún para desenmascarar, denunciar y describir dichos procedimientos, aun en sus formas más veladas.
Dado que no hay eficacia sin ética sino sólo diligencia disfrazada, frente al empuje de lo social controlado por la técnica hacia prácticas de resultados fáciles e inequívocos la posición del psicoanálisis es radicalmente otra.
Cuando se elimina el malentendido, cuando la marca es la del número y no la de la letra y las palabras son silencios de piedra sin descanso ni sueños, nos encontramos entonces en la comarca del horror, de una locura individual o colectiva.
Afortunadamente, la eficacia del psicoanálisis, así como la poesía y el amor, seguirá necesitando del secreto, de recuerdos inexactos y preciosos, de la voz modulada; de sujetos que encuentran en ello un modo más deseable y digno de habitar el mundo.
* Psicoanalista. Miembro de la Asociación mundial de Psicoanálisis (AMP) y de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL).
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